Cultura
Feminicidas seriales, coartada para dar carpetazo a crímenes
“Un sabor muy amargo, de mucha impotencia; de saber que están allí los datos y, si realmente hubiera voluntad de transformar las cosas, se podrían prevenir muchos de estos crímenes”, desapariciones y asesinatos de niñas y jóvenes mujeres, responde Lydiette Carrión a la pregunta sobre qué le dejó su libro La fosa de agua, desapariciones y feminicidios en el río de los Remedios.
La idea del reportaje es señalar las líneas de investigación que las autoridades no siguieron en los casos de desapariciones y asesinatos de niñas y jóvenes mujeres documentados en La fosa de agua, y tratar de establecer algún tipo de patrón en una zona de mucha incidencia en cuanto a desapariciones y feminicidios, afirma la periodista.
Y es que, pese a que las autoridades han anunciado, “con bombo y platillo” a través de distintos medios de comunicación, que habían detenido “a la banda de feminicidas seriales”, las desapariciones siguen ocurriendo. No obstante, aclaró que no se puede afirmar categóricamente que los casos que continúan estén vinculados al mismo fenómeno, pero sí es de llamar la atención que sea en esta región donde durante años sigan desapareciendo, de manera muy similar, adolescentes entre 13 y los 19 años.
Incluso, de manera informal, las autoridades han vinculado dos de los casos incluidos en el libro de Lydiette con El monstruo de Ecatepec. De hecho, narra la periodista, una de las mamás de jóvenes desaparecidas ha señalado que ese sujeto era su vecino; es decir, sí hay datos. Sin embargo, añade: “si uno ve los datos que arroja el propio caso de El Monstruo de Ecatepec es difícil pensar que lo hiciera una sola persona. Es decir, “de nuevo se está tratando de dar carpetazo a una serie de casos muy graves a partir de la detención de una sola persona”, remata.
Lo peor: Después de la detención del llamado Monstruo de Ecatepec aparecen varias muertas más y al menos una también descuartizada, dice con pesar la periodista, quien durante años escribió una columna que versaba sobre violencia de género.
Refiere que no puede afirmar categóricamente, pero que de acuerdo con las datos recopilados, este fenómeno responde a la presencia de crimen organizado en la zona. De un tipo de crimen organizado que despliega mucha crueldad y mucho sadismo hacia las mujeres. Pero son muchos actores, añade, los responsables de esta crueldad estremecedora.
Tras una investigación de seis años, de entrevistas a familiares, vecinos y personas cercanas a las víctimas, de leer pesados y confusos expedientes con declaraciones e información sobre los casos de 10 desaparecidas que aborda en su libro, Lydiette Carrión no duda en afirmar que los asesinatos y la brutalidad contra las mujeres responde a un problema de descomposición del tejido social detonado con el neoliberalismo. “Las personas son vistas como mercancías”, afirma con un dejo de enojo.
Carrión asegura que la detención de feminicidas seriales, como el soldado Erick Sanjuan Palafox, El Mili, a quien se le atribuyen 16 feminicidios, y Juan Carlos Hernández, El Monstruo de Ecatepec, quien ha confesado al menos 20 asesinatos de mujeres, sirven de pretexto a las autoridades para dar carpetazo a otros casos sin resolver, de desapariciones y asesinatos de niñas y jóvenes en Los Héroes Tecámac, Héroes Ecatepec, Jardines de Morelos, en Ecatepec, y otros lugares del Estado de México.
De hecho, en el libro La fosa de agua hay un pequeño mapa en el que se señalan los puntos de las desapariciones y donde han sido encontrados cuerpos y restos de las víctimas. El Circuito Exterior Mexiquense y el Río de los Remedios semejan fosas clandestinas donde los victimarios se deshacen de cuerpos cual si fuera un despojo cualquiera.
Además, el libro de Lydiette tiene un valor más allá de las historias, busca darles voz y vida a las mujeres, quienes, como dice Blanche Petrich en el prólogo, deberían ser examinadas por ginecólogos y no por médicos forenses. La autora no elude las descripciones atroces de lo sucedido a las niñas y jovencitas, quienes, para su infortunio, conocían o se cruzaron en el camino de los sádicos asesinos.
En la extensa investigación la autora echa luz sobre las fallas imperdonables del aparato de justicia, forenses y policías, motivo por el cual, por citar un ejemplo, una chica permaneció desaparecida muerta más de dos años al calcular el perito una edad aproximada de 40 años cuando en realidad se trataba de una jovencita de 14 años.
Otro punto a destacar de la obra es la descripción de las viviendas de interés social, de tan solo 67 metros cuadrados, edificadas en la primera década de los años 2000, durante la gestión de Arturo Montiel como gobernador del Estado de México. Describe el trazo de la colonia Los Héroes Tecámac. Ese lugar carente de áreas verdes, la falta de infraestructura para garantizar a los moradores calidad de vida, la urbanización salvaje de una zona que en menos de 10 años, burlando todo tipo de reglamentación, pasó de reserva a un gran conglomerado, en el que conviven personas proveniente de lugares diversos que se vieron obligadas a convivir; extraños todos.
Es estremecedor saber que muchos de los casos judiciales no prosperan porque no hay cuerpo del delito y en este caso es literal, ya que muchos de los cuerpos de las víctimas fueron destrozados, disueltos en ácido o arrojados en el Río de los Remedios y cuya recuperación, en este último caso, ha topado con incapacidad, negligencia o real falta de voluntad de las autoridades para aclarar decenas de crímenes contra mujeres, situación por la cual el Estado de México fue declarado en alerta de violencia de género el 31 de julio de 2015, casi cuatro años después de los casos investigados por Carrión y tres después de comenzar las atrocidades confesadas por El Monstruo de Ecatepec.
A la pregunta de qué paralelismo encuentra entre los asesinatos de niñas y jóvenes mujeres en Tecámac y Ecatepec con las muertas de Ciudad Juárez, Lydiette señala que es algo similar, en cuanto a que los crímenes se cometen en zonas que se poblaron en muy poco tiempo, con personas provenientes de diversos lugares, que se ven obligadas a convivir, lo que origina una crisis del tejido social aunado a que no hay las políticas públicas para mejorar ese tejido social y el resultado es una comunidad muy colapsada, lo cual se complica con la presencia de crimen organizado que no sólo se dedica al narcotráfico, sino al cobro de piso, trata de personas, secuestro, robo y contrabando, entre otros ilícitos.
Carrión considera que para evitar este tipo de crímenes no basta con limpiar genuinamente los cuerpos policiacos y fortalecer el aparato de justicia, sino mejorar las comunidades, reconstituir el tejido social, para que los habitantes tengan calidad de vida, acceso a educación, cultura y puedan exigir sus derechos, sobre todo a la seguridad.
Tras la aparición de La fosa de agua continúan las desapariciones de niñas y jóvenes mujeres en la zona descrita por la autora, de modo que se da la razón a la sentencia de una de las madres de una víctima: “A las niñas que buscamos y encontramos con vida, es porque se fueron por su propia voluntad. A las otras no las encontramos o las encontramos muertas”.
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