Nación
«La sospecha y el cuestionamiento también son responsabilidad del ciudadano»: Yuli García
En medio de la circulación diaria de fake news, es vital echar un vistazo hacia atrás para ver cómo los mass media se unieron en México a los grupos económicos y políticos para difundir versiones alteradas de la realidad que les permitieran mantener su poder. Ejemplo perfecto de ello lo encuentra la periodista Yuli García en el libro El Teatro del Engaño de Emmanuelle Steels, quien al prologar la nueva versión digital de la obra, actualmente a la venta en Bookmate, señala que cuestionar una supuesta verdad llevó a exhibir el montaje televisivo y plantear nuevas incógnitas que develan desde una posible venganza detrás del caso hasta la invención de un grupo delictivo para ello.
He aquí el texto:
PRÓLOGO LIBRO DE EMMANUELLE STEELS
La verdad es un instrumento de la dignidad social y de la libertad, su descubrimiento no puede ser consecuencia de un acuerdo colectivo, sino un trabajo arduo a contracorriente, en oposición al poder y al privilegio, por eso muchas veces es un camino individual que al final logra revelar lo que está oculto. Perseguimos una verdad que esperamos sea reconocida por todos después de demostrarla, esperamos que las nuevas certezas transformen y mejoren una existencia, y tal vez pretendemos que, una vez modificada la realidad, esa verdad influya en una opinión y se suplante a la opinión que intenta, obcecadamente, ser verdad. Es cierto que hoy en día los medios, la tecnología y, en particular, las redes sociales han democratizado la posibilidad de encontrar la verdad, la historia ahora no sólo la escriben los vencedores porque ya se puede contar desde distintas trincheras, son muchas más las personas que tienen la posibilidad de hablar y de ser escuchadas, aunque al mismo tiempo, de ser desmentidas. Sin embargo, las redes también confunden y alientan a todos, a opinar de todo, todo el tiempo, creando un delirio de juicios y convencimientos en donde lo más importante es rebuscar otros pareceres que confirmen y nos aseguren que es cierto sólo lo que queremos ver. Lo que enfrenta al conflicto de opiniones es la verdad, incluso en una época en donde la opinión está sobrevalorada y las evidencias dependen de lo que, “con todo respeto” piense cada quien.
La mentira se opone a la verdad, es una certeza fracturada y multiplicada que no deja de ser una manipulación, encubridora de una necesidad política y por lo tanto un interés, el sistema viciado corrompe cualquier acercamiento a la verdad. Las noticias falsas, las fake news, existen porque funcionan, el poder las ha utilizado para construir narrativas convenientes y discursos de persuasión que les permitan maniobrar con la realidad; en la búsqueda de este objetivo, el poder se vale de los medios de comunicación o las redes sociales, necesita de ellos para difundir ficciones que sean aceptadas por el público. Los medios tendrían que tratar a la información como un bien público, si fueran éticos, sin embargo, algunos utilizan el periodismo como una herramienta de poder entre ellos y el gobierno, a través de una comunicación que se basa en el parecer. Esto fue lo que sucedió con el caso que se relata en este libro.
El Teatro del Engaño es una búsqueda de la verdad profunda, paciente y detallada. El trabajo de Emmanuelle Steels, su autora, ha desdibujado con argumentos y razones lo que pretendía instaurarse como cierto, ha dado cuenta de un montaje judicial, ha incomodado a los que se sentían seguros y con el privilegio de crear relatos desde y para el poder del gobierno, con el fin de proteger el sistema en el que navegan. La investigación escudriña esta intriga desde antes que comenzara con el montaje televisivo, explica paso a paso cómo se crearon enemigos públicos y tejieron para ellos redes ficticias de acción, lo suficientemente convincentes como para indignar a una gran parte de la sociedad, pero lo tremendamente débiles al poner un poco de luz sobre ellas. A pesar de la evidencia que se ha demostrado desde la primera publicación de este libro, mucha gente parece ciega, las investigaciones, los argumentos, las pruebas en contra no valen, Emmanuelle ha puesto delante los hechos, pero muchos prefieren guardarlos y volver a sus creencias iniciales. No ha habido, ni antes ni después de este libro, una mejor investigación sobre el caso, un reportaje más valiente, ni una narrativa más fuerte que de cuenta de esto que vivimos en México, por eso me llena de orgullo haber sido parte de la precuela de esta historia. Evidenciar el montaje televisivo cobra importancia, no sólo porque contrasta la fabricación sino porque es la primera ficha que tumba todas las demás, su publicación hizo necesario revisar todo el caso, tomar otras decisiones, desentrañó un complejo y cínico sistema de falsedades del gobierno, los medios, algunos hombres adinerados y otros más, criminales, cada uno quiso dominar un lugar en la historia, pero el tiempo ha colocado en su lugar a cada quien.
Con frecuencia, cuando me preguntan cómo me di cuenta del montaje respondo que la experiencia de varios años haciendo televisión y la intuición periodística me hicieron percibir en un primer momento que algo andaba mal, pero después fue necesario hacer valer una ética profesional, una audacia que subestimara el poder de los grandes medios de la televisión para poder enfrentarme a ellos, y una personalidad reporteril que fuera capaz de perseguir, descubrir y argumentar aquello que estaba oculto, me propuse transformar mi intuición en una investigación desde el interior de una de las empresas involucradas en el montaje, uno de los centros de aquel complejo sistema de poder. Hice lo que tenía que hacer, pero no fui la única, muchos en el programa actuaron del mismo modo para que la investigación encontrara los apoyos requeridos. Un día en la junta donde sugeríamos los temas, yo dije que iba a averiguar más sobre el asunto de la detención, en vivo, de dos supuestos secuestradores, uno de nacionalidad mexicana y la otra, francesa, así se había transmitido, aunque la situación se prestaba a muchas interpretaciones. Indagué el caso, yo misma analizaba lo que iba encontrando y, con empeño, procuraba encausarlo con criterio, valorando cada dato, decidiendo los pasos a seguir no sólo en las grabaciones sino en la recopilación, confirmación y contraste de la información, avancé sin depender editorialmente del medio. Es cierto que yo pedía independencia para realizar mi trabajo, eso se me respetaba, pero en general siempre teníamos libertad y confianza para llevar a buen término nuestra labor y a cambio dábamos nuestro mejor esfuerzo para responder con lo que se nos exigía. En el transcurso de la investigación, cuando recibí las pocas intimidaciones que ocurrieron, mi jefe, Roberto López, me escuchó; el productor y realizador con el que siempre trabajé, Antonio Mandujano, hizo todo lo necesario para secundar el trabajo y además me acompañaba a casa todos los días que duró esta tarea, me cuidó como amigo y luchó como periodista; el otro productor del programa, Juan Manuel Arozamena, estuvo con nosotros en uno de los momentos más bochornosos de la investigación, la entrevista con el exprocurador Daniel Cabeza de Vaca, colaboró para destensar la situación que se originó conmigo y el funcionario una vez que le pusimos las imágenes originales que habíamos conseguido del día del montaje. Estas imágenes fueron una de las ayudas más importantes que recibí, se dio cuando un realizador del programa, con el que casi nunca trabajaba, me llevó el casete original de la transmisión hecha desde cabina, yo lo había estado buscando sin éxito y evidencié en las juntas la negligencia de esconder el material, me decían que se había perdido, me mandaban de un departamento a otro y nunca lo encontraba, un día fortuito el realizador llegó sigilosamente a mi espacio de trabajo y me dijo “creo que estás buscando esto”, ahí estaban todas las conversaciones fuera del aire de los conductores, de los reporteros, del director de cámaras, el material era un gran testigo, desafortunadamente me pidieron este casete después de que el reportaje salió al aire; a partir de esa cinta se podrían demostrar muchas cosas, no hice una copia por mantener un límite entre lo que había descubierto y el lugar donde trabajaba pero durante muchos años me pregunté si había hecho lo necesario y no sólo lo correcto. Denise Maerker, la directora y conductora del programa, estaba en esos días fuera de la ciudad en un evento con los ejecutivos de la empresa, nos habían informado que no podríamos marcarle porque no tendría su teléfono con ella, le dejé varios mensajes, un día antes de salir el reportaje la puse al tanto y en el poco tiempo que le quedó para manejar la crisis que se avecinaba, con inteligencia y valentía negoció y tomó las decisiones adecuadas. Siempre tuve en la mente que si no me publicaban ese reportaje, podría renunciar y llevarme la investigación a otro lado, si la hubieran censurado lo habría hecho, pero no fue necesario porque en ese programa, en ese oasis de espacio periodístico, dentro de una de las empresas involucradas en el montaje televisivo, todos o casi todos hicimos lo que nos tocaba hacer, los que buscaron reformar la realidad a través del periodismo, defendieron esa perspectiva; los que se consideraban parte de un sistema que “no muerde la mano que te da de comer”, no se quisieron o no se pudieron meter (la expresión me la dijo uno de los integrantes del programa). Un equipo periodístico hizo su trabajo y eso desencadenó 15 años de historia y reflexión sobre el debido proceso que hoy nos tiene en este punto.
En un escenario en donde la verdad ha sido reemplazada, la mentira se mueve con mayor soltura, tal vez en un terreno de mayor perplejidad, pero con más posibilidades de multiplicar sus representaciones, éste es el semillero del conocimiento relativo para una parte de la sociedad que prefiere seguir tratándolo como algo absoluto, cuando en realidad debería ser racional y crítico, en cada etapa, planteamiento y demostración. Lo que convierte al conocimiento en algo relativo y absoluto son las emociones y la ignorancia. Desconocer a fondo el contexto de una situación o planteamiento, sus motivaciones, las consecuencias, las justificaciones, los costos, los beneficios, etc. provoca posturas superficiales que no pretenden la dificultad del saber, por el contrario, al recibir una información bajo esta postura se valora lo trivial con lo que se tiene al alcance, las emociones. Una realidad evaluada desde la ignorancia produce la idea de que se ataca o se engrandece algo que es vital en una forma de vivir y no en otra, se resguarda un valor, se protege una emoción.
Cuando las dos televisoras más grandes del país transmitieron junto con el gobierno, el mensaje de la detención de dos personas, apostaron por un tejido de emociones efectivo y difícil de desenredar. Los hechos que se presentaron fueron: a dos individuos (él mexicano y ella extranjera) les adjudicaron una relación sentimental, los acusaron en vivo de ser secuestradores, unas víctimas los culpaban en directo de haberlos lastimado, a los presuntos delincuentes los torturaron en aquella emisión, y se desplegó una fuerza desmedida con muchos policías en un momento que parecía muy tranquilo. Las emociones que se generaron fueron: a la detención en vivo correspondía la defensa con fuerza de la vulnerabilidad del ciudadano (recordemos la grave situación de inseguridad que se empezaba a vivir en esos años). Una relación sentimental servía para despertar empatía, anhelo y animosidad. La presencia de una persona extranjera en esta truculenta historia podría generar patriotismo o xenofobia. Ante dos supuestos secuestradores, se sentía ira, repulsión, deseos de venganza; y frente a las víctimas de secuestro, solidaridad y empatía. En una representación desmesurada de fuerza policíaca, se respondía con emociones de gratitud. ¿Cuál era la verdad? ¿Era posible descubrirla debajo de toda esta telenovela? ¿El poder permitiría conocer lo que realmente sucedió? Estas fueron las tres preguntas que me propuse responder, lo logré parcialmente, encontrando la verdad del inicio de la historia, pero durante varios años el montaje televisivo no sustentó la corrupción de todo el caso, las emociones de ira, venganza, vulnerabilidad, animosidad, seguían siendo el soporte de la narrativa… hasta que se publicó El Teatro del Engaño, después de este reportaje nadie más ha podido aportar otras pruebas tan irrefutable del embuste, de ahí su importancia y su valor, es probablemente la lectura obligada para entender la maraña judicial perversa a partir de un sistema social y de gobierno que permite levantar culpables. Es cierto que, con la difusión de este caso en Netflix en el año 2022, se enfrentó a la representación del primer montaje en igualdad de circunstancias, con el mismo impacto televisivo y con la misma espectacularidad de una narrativa ya conocida, pero en la que, durante horas de un gran documental, participaron todas las voces de esta historia, esto permitió generar emociones distintas y superiores en número a las que 15 años atrás se habían construido. Al final cada ciudadano elige su forma de conocer y en esta determinación evidencia una elección moral que define la actitud ante los otros ciudadanos y ante los problemas de un país.
El extraordinario libro de Emmnuelle Steels, también nos permitió hacernos otras preguntas, para mí la más importante fue ¿por qué la única persona que quedaba evidenciada como un empresario corrupto, que actuaba en complicidad con las autoridades para fabricar culpables y así saldar venganzas personales, nunca ha sido investigado y sigue actuando como si no tuviera que rendir cuentas? Y tal vez la respuesta se encuentre en el mismo halo corruptor que envuelve a todo este proceso ya que la corrupción implica la obtención de beneficios extraordinarios, ¿cuál fue la rentabilidad política, económica, social y personal para este personaje? El error es pensar que la corrupción sólo la ejercen ciertas personas, en determinadas circunstancias, con esa visión que ha permanecido entre nuestra sociedad durante mucho tiempo, varios actores han quedado fuera de la rendición de cuentas en este caso, algunos permanecen protegidos ante la complicidad de las autoridades y la ignorancia de nosotros los ciudadanos, olvidamos que cualquiera puede corromperse, un hombre de negocios, un personaje de televisión, un vecino, nosotros mismos, alguien que tenga un interés, porque cualquiera se transforma o se traiciona por algún apego. El conflicto que este caso expone no está entre el mundo de la moral y la política, sino entre poderosos, partes del mismo sistema. La condena de la sociedad no puede seguir siendo impulsiva, debe inclinarse hacia una racionalización del conocimiento que permita analizar de mejor manera la realidad e incorporar una interacción más ética y al mismo tiempo más realista entre todos, donde no sólo aspiremos a castigar sino también a evitar. La alternativa es continuar viviendo en un país donde se repite la historia, en donde los medios quedan evidenciados al complacer a las autoridades y crear, junto con el gobierno, realidades que no existen pero que les conviene mostrar: el cuento de Frida Sofía, la víctima inexistente del temblor en la CDMX; el invento fantástico de la manera como murió la niña Paulette; la inventada verdad histórica en la tragedia de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa; el prejuicio y contubernio amistoso de los medios con la autoridad en el asesinato de Debanhi Escobar; la versión del falso suicidio de Digna Ochoa, la negación del feminicidio de la joven Ariadna, etc.
Buscar una postura crítica ante la información nos ayudará a entender mejor el contexto en el que vivimos y reconocer qué lugar ocupamos en el mundo y en el tiempo en que estamos presentes. La apatía no le disputa nada a la realidad, la deja ser desde donde venga y hacia donde quiera ir, le permite enriquecer un sistema poderoso que cuenta con miles de personas indiferentes y después cómplices. No todo es trabajo de la autoridad, no sólo el gobierno puede resolver los problemas, la calamidad no es un asunto de los otros si sabemos que algún día nos puede alcanzar. La sospecha y los cuestionamientos son, también responsabilidad de los ciudadanos, pero sin duda, es la herramienta moral y técnica del trabajo periodístico. El Teatro del Engaño cumple a cabalidad con esta obligación, sus revelaciones dan luz sobre lo que estaba escondido, permite formar una opinión más sólida e interpretar la realidad con más conocimiento que emociones. Su lectura nos hace incomodarnos para después encontrar un lugar, un deber ser y al menos dudar frente a lo que por mucho tiempo a unos cuantos les pareció fácil imponernos como la verdad.
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