Cultura
Y hoy… ¿Qué veo? – El método Kominsky
En la pasada edición de los Globos de Oro, entre las sorpresas premiadas durante la ceremonia, una serie de comedia que prácticamente pasó desapercibida en el momento de su estreno, se llevó dos premios fuertes de la noche: Mejor serie de comedia y Mejor Actor. Esa fue El método Kominsky.
Creada por Chuck Lorre, uno de los productores de comedias sitcom más reconocidos, contando en su curriculum dos hits mayúsculos como Two and a Half Men (2003-2015) y The Big Bang Theory (2007 a la fecha), El método Kominsky debutó en Netflix el mes de noviembre, con prácticamente nada de publicidad; todo el dinero se iba para el estreno fuerte del mes: Narcos: México.
No obstante, esta falta de atención no fue la misma entre público y crítica, quienes han visto en ella una serie de comedia cercana a lo trágico, pues aquí las risas, en muchas ocasiones, provienen de la desgracia o el patetismo de sus personajes.
¿Por qué El método Kominsky?
Pero con todo esto… ¿por qué le dedicaríamos tiempo a esta serie de 8 capítulos de media hora de duración?
Primero, de qué va: Sandy Kominsky (Michael Douglas) es un viejo actor que, si bien nunca ha tenido demasiado éxito en Hollywood, se forjó una reputación como profesor de interpretación, misma que mantiene dando clases en su propia academia.
Su mejor (y único) amigo es el ácido Norman (Alan Arkin), quien ha sido su representante durante toda su carrera. Sin embargo, cuando este último enviuda, los dos tendrán que enfrentarse a su mayor temor: que la vejez cada vez se reciente más, y que el siguiente podría ser uno de ellos.
Con este argumento, las razones para acercarse a la serie son múltiples. El reparto, antes que todo, es bastante bueno. La química que destilan Michael Douglas (ganador del premio a Mejor Actor) y Alan Arkin, no podría ser mejor; las cotas de tragedia y comedia que imprimen a sus personajes, en sus diálogos y actitudes, equilibran la balanza en ambas direcciones. El primero, desgarbado, con una boina para acentuar el aire bohemio, barba rala y buenas intenciones detrás de una torpeza emocional que lo lleva a no tomar siempre las mejores decisiones. El segundo, un hombre que transpira fragilidad y al mismo tiempo, desdén disimulado por todo y por todos; ágil de pensamiento y sin filtros a la hora de decir lo que piensa.
Por otro lado, la serie cuenta con dos actrices impecables en papeles secundarios: Sarah Baker (Louie) como Mindy, la hija de Sandy, y Nancy Travis como Lisa, una mujer divorciada con la que Sandy comienza una relación.
Chuck Lorre presenta una comedia más alejada de los momentos más disparatados de The Big Bang Theory, pero cercana a los mejores segmentos de Two and a half men. La comedia de El método Kominsky no busca la carcajada, sino que apuesta por sonrisas continuas, por la risa apagada no porque falte sabor, sino porque sobra contenido detrás del chiste.
A pesar de esto, Lorre no puede evitar caer, por momentos, en su humor grandilocuente, de brocha gorda y tosco. Pero son pequeños en comparación con el tono general de los 8 episodios. Si se busca un buen contenido para pasar el rato, sencillo pero no simple, las desventuras de los viejos lobos Sandy y Norman son un plato de degustacion rápida, indolora y emocional, que vale la pena probar.
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