Incendiario
Le crecieron los enanos a Morena
Cosas raras nos deja la primera cruda electoral de la cuatroté, comenzando porque ahora resulta que Morena se debe cuidar más de sus supuestos aliados, los partidos Verde y del Trabajo, que del bloque opositor. Aunque el presidente López Obrador no demoró ni batalló para fragmentar a Va Por México, acortándole la correa al PRI, PT y PVEM parecen creer que en estas elecciones ganaron algo, en vez de colgarse del perro más grande del patio, al grado de ponerse moñudos.
El pasado jueves 17, la coalición Juntos Hacemos Historia se reunió en el Hilton de la Alameda, en la CDMX, para reiterar públicamente su alianza. Pero, también, dejaron ver que esta no es para nada sólida. Morena pidió la típica abyección a las órdenes de Palacio Nacional, el Verde respondió exigiendo respeto para sus militantes y el PT cortó por lo sano dejando en claro que lo que le importa es el 2024.
Luego de que López Obrador anunció su tripleta de reformas constitucionales, el Verde se apresuró a decir que no acompañarán la eléctrica, que regresaría el monopolio del sector a la CFE. El PT adelantó que tampoco apoyará la de seguridad, que entregaría formalmente el control de la Guardia Nacional a la Sedena. Ambos partidos rechazan la electoral, que tiene en la mira el sistema de representación proporcional.
A estas posturas se suman los francos desafíos a las órdenes de Morena. Como sucedió cuando Manuel Velasco, líder del Verde en el Senado, declaró que están dispuestos a vender su amor al mejor postor, como si hiciera falta reafirmarlo, lo que fue respondido por senda investigación del SAT por sus turbios manejos del erario público chiapaneco cuando fue gobernador. Acción que su partido calificó de un uso político de la oficina de Hacienda.
El PT también se ha puesto rejego. Empezando por el dizque destape de Gerardo Fernández Noroña para relevar al “compañero presidente” en 2024 justo cuando López Obrador quería quitar el foco de la sucesión por lo débiles que se encuentran Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. El dueño del partido, Alberto Anaya, reiteró que la carrera al 24 ya inició, avizorando un escenario en donde van solos. No para ganar, nomás para reventarle la elección a Morena.
Lo cierto es que nadie más que Morena tiene la culpa de esta situación, dejaron que se les subieran las pulgas y ahora no les gusta que les anden brincoteando en las costillas. Esto porque, si vemos los resultados del pasado 6 de junio, vemos que el poderío electoral es del partido oficial y que sus dos supuestos aliados viajan de polizones que, eso sí, piden ser tratados como pasajeros business class.
En los 117 distritos que Morena compitió en solitario, resultó vencedor en 64, más de la mitad y obteniendo uno más que los que Va Por México ganó en conjunto. En tanto que el Verde solo ganó uno y el PT cero. Pero, ya en coalición, las cosas cambiaron y el partido oficial de hecho sacó menos distritos que sus dos aliados juntos, puesto que ganó 59 contra 62 de PT+PVEM. Es decir, los satélites se beneficiaron más de la marca “Morena” que Morena mismo.
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Por algo López Obrador se apresuró a matar dos pájaros de un tiro con su coqueteo a puño cerrado con el PRI. Que le sirvió para meter cizaña en el bloque opositor, al mismo tiempo que buscaba aplacar a sus aliados, dejándoles en claro que, si bien sus votos serán de vital importancia en la LXV Legislatura, no son los únicos proveedores de levantadedos en el mercado de San Lázaro. Más aún cuando se cuenta con chicas carpetas de investigación de tanto connotado priista.
En el PRI entendieron el mensaje de inmediato. Alito Moreno, quien cobra como su dirigente nacional, se dijo dispuesto al diálogo y, muy a pesar de Dulce Sauri, la bancada tricolor terminó eligiendo, por democrático dedazo, a Rubén Moreira como su nuevo coordinador. Siendo que el hermanito de Humberto fue el priista más moreno de la LXIV Legislatura, apoyando prácticamente todas las reformas e iniciativas que mandó López Obrador.
Pero los votos vienen a meses con intereses y, sabemos, el interés tiene pies. El clan Moreira ha sido, hasta ahora, la única célula priista que ha hecho frente a Morena. Incluso puede presumir que, en elecciones consecutivas, 2020 y 2021, ya les asestó dos dolorosas derrotas de cara a la gubernatura en 2023. Dejando magullado a Armando Guadiana, alfil de López Obrador y quien fracasó en su intento de ganarle Saltillo a José María Fraustro, pieza de Miguel Riquelme.
En esas ironías que solo la cuatroté nos puede dar, el avance de las reformas transformadoras ahora depende de que un Moreira haga bien su trabajo. Pero, ¿a qué costo? El PRI habrá salido muy vapuleado de las urnas, pero sigue siendo más partido, mucho más, que el PT y el PVEM. A ver si este nuevo pacto con el diablo no le termina sacando un susto al ciudadano presidente de todos los mexicanos.
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