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Cultura

La izquierda en América Latina y Europa está en crisis: Littín

Miguel Littín y su cine
Fotografía de Cuartoscuro

El tiempo aparenta haberse detenido en el chileno Miguel Littín. Vuelve a México a recibir la medalla Cineteca Nacional. “Me siento muy bien, como si no me hubiera ido nunca”, expresa el cineasta. Volvió al México que lo acogió durante el gobierno de Luis Echeverría, cuando se convirtió en exiliado tras el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende y la posterior dictadura de Augusto Pinochet; el México de Gabriel García Márquez y de Luis Buñuel, a quienes “extraña todos los días”.

Camisa de algodón y pantalón de mezclilla, paliacate rojo al cuello y boina de director de cine, Littín (Palmilla, Chile, 9 de agosto de 1942) considera un gran honor no sólo para él el galardón que le da la institución del gobierno mexicano, sino también un gran honor a una generación de cineastas de los 60.
“Recibo este honor en nombre de toda una generación, de todos mis amigos y compañeros que luchamos desde los años sesenta y antes y después por hacer un cine diferente, con elementos culturales más profundos de América Latina y del mundo iberoamericano”, señala Littín en entrevista.

Admite que esa generación tuvo más éxito para realizar películas, que para capturar más público para su cine. “No hemos llegado a cumplir las metas; una de ellas, el desafío de tener un mercado común de cine en América Latina, que las películas puedan ir de país en país, exhibirse a nuestros diferentes públicos, que no advierten la nacionalidad cuando ven las películas. El público va mucho más adelante que los exhibidores y las cadenas de exhibición, que son monopolios cerrados. En eso no hemos tenido tanto éxito. Pero donde sí podemos sentirnos orgullosos como generación es en la realización de las grandes temáticas que han sido un obstáculo en el desarrollo de América Latina, en la preocupación constante por los derechos humanos, los derechos del hombre y la mujer, por los humildes”, sostiene.

En ese sentido, el cineasta chileno asegura que el cine de su generación es único en el mundo, porque a su juicio no hay otro que haya convertido esos elementos de vida en elementos estéticos. “No hay otro movimiento que se le parezca o que tenga la coherencia del cine latinoamericano”, afirma el cineasta.

Justo acabo de ver el filme de Santiago Mitre, La cordillera. Un thriller político, sobre presidentes latinoamericanos, algo inconcebible para estreno comercial cuando usted comenzó a hacer cine.

Era muy, muy complejo, pero había cadenas distintas y tenían independencia de criterios, no uniformaban todo. Por ejemplo, El chacal de Nahueltoro salió en Chile en ocho salas, que eran muchas para Chile, pero ninguna pertenecía a una cadena o monopolio; entonces se convirtió en un éxito del público. En pocos meses ese filme está por cumplir 50 años y se sigue exhibiendo. Eso fue excepcional.

No obstante, Littín también considera necesaria la existencia del cine popular, además del de tesis, como el de Cantinflas, Tin Tan, Pedro Infante, María Félix o Arturo de Córdova. “Ese aliento popular no debió haberse perdido nunca. Existe espacio para todo”, expone el realizador de Actas de Marusia.

La Cineteca indicó que Littín recibió la medalla por sus 50 años de trayectoria cinematográfica, en la cual difundió las historias de personajes de la izquierda revolucionaria, como el presidente chileno Salvador Allende o como el nicaragüense Augusto César Sandino, de quien realizó Sandino (1989), producida, entre otros, por el consorcio del que después fue primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.

¿Cómo es que siendo usted exiliado de una dictadura en Chile vino a hacer cine a México en una época en la que era tan fuerte la represión a la oposición o personajes mexicanos como usted? ¿Cómo es que decide venirse a hacer cine a un país como el México de Luis Echeverría?

La respuesta es bien compleja. Vivíamos un proceso liderado por el presidente Salvador Allende, del cual muchos países fueron solidarios. Muchos gobiernos fueron solidarios, lo expresaron en palabras. Pero ¿quién desvió barcos con petróleo hacia Chile en solidaridad con el gobierno de Allende para que el país no se paralizara? Fue Echeverría. Es un hecho. Nosotros desde Chile recibimos con alborozo la solidaridad mexicana. Ningún país fue tan generoso como México. Y cuando se abrieron las puertas de la embajada mexicana para recibirnos, no es que nosotros hubiésemos tenido la opción de decidir, amigo. No. China nos cerró la puerta, no entró ni un exiliado. México abrió la puerta generosamente y era el momento en que había que salvar la vida, y esa puerta estaba abierta y ahí entramos.

Littín cuenta que después del golpe de Estado vio al recién fallecido embajador en Santiago Gonzalo Martínez Corbalá, quien arriesgó su vida varias veces para salvar a muchos chilenos. “Yo lo vi cuando sacaba a un exiliado para el aeropuerto y el Ejército trató de arrebatárselo. Y él lo envolvió con la bandera mexicana. Solo, con gran coraje, envuelto en la bandera mexicana, sacó a este compañero y le salvó la vida. Vi muchas cosas de ésas. Los mexicanos en su embajada nos daban la posibilidad de respirar, de vivir, de dormir y después de salir del país. Y cuando llegué a México, los cineastas mexicanos nos brindaron la mayor solidaridad”, expresa el realizador de Alsino y el Cóndor y Sandino.

¿Usted alguna vez se encontró con el presidente Echeverría?

Sí, sí, pero yo no le voy a decir lo que opino sobre él. Porque tengo una regla de oro, que yo jamás dejaré de no observar. Yo no intervengo en los asuntos internos de México, la patria, mi otra patria, la que me dio asilo y que le permitió a mis hijos que fueran al colegio, que crecieran aquí en el amor a América Latina, en el amor a la libertad y la democracia, que fueran a un colegio de excelencia como el Madrid. Yo no puedo dejar de decir a mis amigos cineastas mexicanos como Felipe Cazals, Arturo Ripstein, Juan Antonio de la Riva, Sergio Olhovich o Alberto Isaac, que ellos tenían algo que ver con lo que usted señala antes. Ellos estaban luchando también por abrir espacios democráticos de libertad, y yo me sumé a ellos. Ellos me dieron su brazo y su solidaridad. Y yo tuve los honores más grandes que alguien puede recibir. México también me dio El Águila Azteca (2003), que es la mayor distinción que México, el Estado, le da a un ciudadano extranjero por su contribución.

Ahora con la exposición que hay aquí en Cineteca me entero que también se la dieron a Walt Disney, de hecho fue al primero a quien se la dieron en 1943.

Es posible, Pero cuando a mí me la dieron, yo pensaba en Pablo Neruda. No me importa lo otro, pero sí Neruda, el insigne poeta, el insigne compatriota, que estuvo también exiliado en México donde se imprimió el primer tomo de Canto General. Este era el espacio donde se desarrollaban mis actividades.

Littín recibió el 6 de enero de 2003 la condecoración de la Orden del Águila, por decreto del entonces presidente Vicente Fox, de derecha, enemigo declarado de los gobiernos de izquierda latinoamericanos, como los de Fidel Castro, en Cuba, y Hugo Chávez, en Venezuela. Curiosamente, en el gobierno del gobernante panista, el primero surgido de la oposición al PRI en 70 años, se procesó al ex presidente (1970-1976) Luis Echeverría por el delito de genocidio por la matanza de estudiantes de 1968 en Tlatelolco, cuando era secretario de Gobernación, y por la represión en la Guerra Sucia; aunque en algún momento se le dictó arresto domiciliario, en 2009 fue exonerado Echeverría, hoy de 95 años.

Según el decreto firmado por el panista, el galardón se otorgó porque Miguel Littín, “junto con otros reconocidos cineastas mexicanos creó una nueva forma de hacer cine, enriqueciendo con sus aportaciones a varias generaciones, así como a la industria cinematográfica nacional”.

¿A quién extraña más de la gente con la que estuvo en México?

A Luis Buñuel lo extraño siempre, y a Gabriel García Márquez todos los días. García Márquez escribió La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile desde la relación de confianza que existía entre dos grandes amigos. Sin lugar a dudas, García Márquez era para mí un hermano mayor. Él amó tanto a México que vivía aquí, y cuando yo me fui a España, me dijo es el error más grande que tú cometes. Me insistió tanto: “quédate”, me decía. Pero yo tenía que irme a España para poder entrar a Chile.

¿Cuál fue la película más entrañable que hizo en México?

Actas de Marusia (1975). Desde el punto de vista estético, yo no tuve ninguna limitación ni censura. Presenté ese guion entre muchos otros y fue aceptado y empezó todo el proceso normal de realizar una película. La hice con Jorge Stahl, que era el director de fotografía, yo no sé qué pensaba Jorge, si era de derecha o de izquierda; él era un director de fotografía y yo uno de cine, teníamos que trabajar juntos, buscando una identidad y conjugar una estética. Y después estaban los actores Diana Bracho. Con la cual hice uno de los mejores planos de toda mi vida, cuando ella camina entre el polvo hacia el final.

Recuerda la locación de la película, que aborda el la represión estatal y militar a un movimiento de huelga de mineros chilenos. Se filmó en el pueblo de Santa Eulalia, Chihuahua.

“La gente de Santa Eulalia estaba en la misma condición que los mineros chilenos. Ellos me prestaron su rostro y sus emociones para interpretar el sufrimiento y la lucha de los chilenos, había ahí un aliento latinoamericano, que ampliaba mi visión del mundo. Estaba en Santa Eulalia, en Chihuahua, hablando de Chile, pero estaba en México. Y sin embargo, trasladaba Chile a México y México se trasladaba a su vez en una voz universal y latinoamericana. Porque la película causó gran impacto en Brasil, donde la consideraron como el Acorazado Potemkin de América Latina, estuvo proyectándose un año. Luego en Colombia, luego en Ecuador, por hablarle sólo de América Latina”, dice.

Es una película brutal, muy dura sobre la represión.

Sí, pero también es sobre la existencia del espíritu del hombre de cambiar. Es decir, ¿cómo comienza la película?: “¿Qué tiene?”, pregunta un personaje. “¿Qué te ocurre?”. “No sé, pero tengo que seguir el camino”, responde el otro. La voluntad del hombre que quiere cambiar la realidad será siempre universal.

Usted hace rato mencionaba a Neruda, si me permite la comparación, me parece que sus películas aspiran a recrear en cine eso que hizo Neruda con Canto General: una crónica latinoamericana.

Yo busqué eso desde muy joven, trabajé mucho junto a Neruda, iba mucho a su casa. Él vio mis películas y fue el primero que escribió sobre El chacal de Nahueltoro. Y escuché asombrado lo que él me decía, como que no creía que fuera verdad, yo a lo mejor no había tomado la dimensión de lo que era la película. Pero estábamos solos en el jardín de su casa, era otoño, mayo, cuando la película se estrenó. Y en todas partes caían las hojas amarillas y él hablaba y hablaba de la película, que le parecía extraordinaria. Una de las películas más extraordinaria que le habían impactado en su vida.

¿Cómo ve a Chile ahora que otra vez regresará la derecha al poder con Sebastián Piñera?

En el caso que eso se produjese no será un triunfo de la derecha, sino una derrota de la izquierda. Que tiene seis o siete candidatos, que está segmentada, fracturada y que no ha hecho propuestas nuevas, distintas, sino siempre lo mismo. Y es una crisis de la izquierda en América Latina, la cual hay que superar con lucidez y valentía, porque si uno cierra los ojos en lo que se ha producido va a seguir ahondando en el error.

¿Qué le parece la izquierda en México?

Yo no voy a romper una regla de oro, no hablaré de los problemas internos de México. La izquierda en América Latina y Europa está en crisis, hay una crisis ideológica real, hay que repensar el mundo y replantear sin perder lo que son los principios fundamentales; la defensa del derechos del hombre y la mujer, la defensa del derecho de los desposeídos, el derecho a la educación, a la salud, a la libertad, a la verdadera y real democracia que significa la participación en la posibilidad de desarrollarse en el campo laboral, en las profesiones, en ese sentido la educación es fundamental.

El cineasta evocó al presidente Salvador Allende en Chile y sostuvo que fue un líder que vio el futuro con mucha lucidez “al nacionalizar sus riquezas básicas, proteger la tierra y la ecología, la educación, los niños, la juventud, la preocupación constante de cambio y transformación de una sociedad”.

Littín añadió que Allende también mostró que no debe uno mantenerse anquilosado, como si se estuviera en una estantería. “Se tiene que cambiar y renovar todos los días, la revolución es permanente, la revolución es todos los días, y si no es todos los días y no es permanente no es revolución, como ocurrió en la URSS, que no se movió más, donde pusieron al hombre en una estantería, como si todo el fenómeno fuera sólo económico”, expuso el cineasta.

“No, el hombre tiene alma, espíritu. Y eso le pasó al socialismo, al capitalismo, hasta hoy, fenómenos que no toman en cuenta el desarrollo espiritual y el alma del hombre y su cultura se derrumba, no tienen realmente raíces. Y en eso el presidente Allende fue señero, fue un ejemplo, y un hombre consecuente con el sentido de la paz. Él muere para que los demás vivan”, sostuvo Littín.

En México, hay quien plantea que es un retroceso, por ejemplo, la nacionalización de la riqueza petrolera. La película La cordillera, de Santiago Mitre, justo aborda ese asunto del petróleo.

¿Qué le puedo decir? Eso es lo que yo creo, si es retroceso recuperar nuestras materias primas, si es retroceso recuperar lo que significa la energía, los valores de la naturaleza y transparentar el aire y proteger la vida, entonces yo no sé lo que sería revolucionario. Retroceso es quienes niegan todo eso. ¿Cómo va a ser retroceso plantear, transformar, cambiar, darle el acceso a todos por igual en democracia, salud, educación, trabajo? Pero, si eso es retroceso, yo no entiendo nada.

Hay una frase de Vázquez Montalban cuando llega la democracia a España. Se preguntaba si contra Franco los españoles estaban mejor.

No, yo no creo en eso ni juego con eso, amigo. Eso es muy serio. Y no creo que Vázquez Montalbán haya dicho eso porque fue un hombre muy progresista. Pero, no. La democracia es un bien que hay que cuidarse, la peor democracia es mejor que la mejor dictadura. Ahora, la mejor democracia es a la que aspiramos, y eso se hace con la participación de todos.

¿Qué opina que su retrospectiva en Cineteca Nacional y su homenaje ocurran simultáneamente aquí con las exposiciones y retrospectiva de Walt Disney?

Pues es la diversidad. Porque somos lo suficientemente adultos como para ser espectadores y no negarse a lo otro.

¿Ya vio Coco?

No, no la vi, pero la quiero ver. Creo siempre que en el campo de lucha hay diversidad y respetar la expresión de los demás también.

La filmografía de Littín aborda las violaciones a los derechos humanos perpetradas por los militares chilenos y la represión a los opositores a la dictadura. Cineteca Nacional también presentó una retrospectiva de Littín en la sala Luis Buñuel con El chacal de Nahueltoro (1969), la entrevista de Salvador Allende y Regis Debray, Compañero presidente(1971); la coproducción con Cuba La tierra prometida (1973); Las actas de Marusia (1975); la adaptación de la novela de Alejo Carpentier El recurso del método (1978); La viuda de Montiel (1979), en colaboración con el escritor mexicano José Agustín y el músico cubano Leo Broewer; Alsino y el Cóndor (1982), con guion de Littin al alimón con Isidora Aguirre y Tomás Pérez Turrent,Sandino (1990), Los náufragos (1994), La última luna (2005) y Dawson Isla 10 (2009). El ciclo concluye el 19 de noviembre con Allende en su laberinto (2014).

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