Cultura
Argüelles analiza el “haiga sido como haiga sido” de Calderón y otras barrabasadas
Juan Domingo Argüelles, poeta, crítico literario y ensayista, analiza la expresión “haiga sido como haiga sido”, con la que Felipe Calderón justificó su llegada a la Presidencia luego de las acusaciones de un posible fraude en las elecciones de 2006, y concluye que fue deliberada, que alguien, con la escolaridad que tuvo el panista, no puede ser tan ignorante.
“El ‘haiga sido como haiga sido’ es algo que me parece evidentemente erróneo; uno pensaría que nadie sería capaz, en el ámbito público, de decir una barrabasada tan grande. Entiendo que el ‘haiga sido como haiga sido’ sería una especie de coloquialismo, en el entendido de que una persona, como el presidente de la república, que tiene una licenciatura en derecho, no debería ignorar la conjugación del verbo haber. Estaríamos en una situación todavía más grave si pensamos que fue en serio”, explica optimista el estudioso del idioma.
Argüelles acaba de publicar Las malas lenguas. Barbarismos, desbarres, palabros, redundancias, sinsentidos y demás barrabasadas (Océano, 2018), una suerte de diccionario de más de 600 páginas, que recopila y corrige errores que suele reproducir gente que se dice culta pero que desdeñan los diccionarios, desde escritores y periodistas hasta políticos.
El poeta y estudioso del idioma español pone como ejemplo a otro presidente mexicano, también panista, Vicente Fox, para mostrar que cuando la gente dice cosas sin meditarlas, acaba convirtiendo los errores lingüísticos en costumbre y termina creyendo que así se dice.
“No nos sorprendamos: el presidente Vicente Fox decía que las mayúsculas no se acentúan y, además, podía escribir ‘revolver’ cuando quería escribir ‘revólver’. Estas cosas acaban por ser formas tan excesivamente desaseadas de hablar y de comunicarse que uno podría pensar que eso no es en serio. Sin embargo, claro que la realidad nos demuestra que hay personas que están hablando en serio sobre asuntos que verdaderamente sorprenden incluso a personas con menos escolarización que ellos”, añade en entrevista con lahoguera.mx.
Argüelles también aclara que Aurelio Nuño cometió un error de ortoepía durante la Feria del Libro Infantil y Juvenil 2016, cuando dijo “ler” en lugar de “leer”, dislate que una niña de nombre Andrea le corrigió ipso facto al entonces secretario de Educación Pública y hoy jefe de campaña del candidato del PRI-PVEM-NA a la presidencia, José Antonio Meade.
El ex canciller y ex secretario de Hacienda es otro que debería leer Las malas lenguas. Barbarismos, desbarres, palabros, redundancias, sinsentidos y demás barrabasadas. El 18 de enero pasado Meade se sumó a la lista de políticos a quienes el lenguaje nomás no se les da, cuando conjugó de manera errónea el verbo resolver, amén de exhibir pésima sintaxis:
“Y si nos aseguramos que esos seis retos están presentes, que esos seis elementos los hemos resolvido de manera adecuada, habremos de ser exitosos en materia de pobreza”, dijo el aspirante a relevar en Los Pinos a Enrique Peña Nieto, otro que un mes antes, en un discurso en París ante la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico y líderes globales, dijo que “México se ha volvido” referente internacional. Seguro no en el español.
“A eso justamente se le llama falta de ortoepía, la que cometió el entonces secretario de Educación, Aurelio Nuño. Las personas pueden cometer faltas de ortoepía, que son las de pronunciar mal, y faltas de ortografía, que son las de escribir mal. Pero quien comete faltas de ortoepía generalmente comete faltas de ortografía, y al revés”, explica Argüelles.
También pone ejemplos de periodistas e incluso escritores de ficción, sin revelar nombres, que escriben frases redundantes como “consenso general”, como si los consensos fueran particulares; o barbaridades como “gracias a la corrupción” o “gracias a la violencia”.
“Si alguien es capaz de decir: ‘gracias a la corrupción’, ‘gracias a la violencia’, está entendiendo mal el idioma. No es ‘gracias’; es ‘a consecuencia de la violencia’, ‘a consecuencia de la corrupción’. No somos un país que está en la ruina ‘gracias a la corrupción’. ¿Qué tenemos que agradecerle a la corrupción?”, expone el poeta exaltado.
El articulista de El Universal considera su nueva publicación, que sigue a su Antología esencial de la poesía mexicana (Océano, 2017) como un diccionario de dudas y dificultades, cuyo objetivo particular es mostrar todo tipo de errores en que incurren principalmente aquellas personas que se consideran “cultas” o con una educación alta.
“Estas personas tienen una gran influencia en otros”, explica Juan Domingo Argüelles. “Si abres el libro en cualquier parte, vas a encontrarte desde faltas de ortografía hasta esas diferencias que existen entre un futurista y un futurólogo”, añade el investigador.
Argüelles apuesta por meter la poesía mexicana al circuito comercial
-Cuando vi en su título eso de ‘las malas lenguas’, me acordé de las ‘palabras malditas’ de Octavio Paz en El laberinto de la soledad. ¿Qué son las malas lenguas?
-Las malas lenguas son las formas erróneas de hablar y de escribir, que no nada más surgen en el ámbito inculto de la lengua, sino también, y muy frecuentemente, en el culto. Una de las cosas importantes que debemos atender en la educación, en la cultura, en los ámbitos profesionales, es el hecho de utilizar cada vez más los diccionarios, esto se ha perdido. Me parece que cada vez se pierde más porque las personas ya no dudan de que lo que dicen es correcto o incorrecto. Hay gente, por supuesto, a la que le tiene sin cuidado el uso del idioma de manera adecuada, porque dice que la finalidad es comunicarse y si se comunica y se entiende, eso ya cumplió con el objetivo: justamente entenderse. Sin embargo, una de las cosas que no podemos admitir en términos de profesionales que se dedican a los ámbitos de la comunicación, como periodistas, profesores, escritores, es escribir mal y hablar mal.
-Vivimos ahora con el internet, las redes sociales, los portales de noticias. ¿Cómo se inserta su libro en ese contexto?
Internet, las redes sociales y, en general, todo el intercambio que se hace en internet está notoriamente viciado por estos errores, estás formas inadecuadas de utilizar el idioma. Justamente en Las Malas Lenguas yo utilizo el motor de búsqueda de Google para mostrarle a los lectores qué grado de corrupción pueden tener ciertas palabras o términos o ciertas formas de expresión del idioma, que puede haber millones de resultados, a veces cientos de millones de resultados, de una expresión mal utilizada, lo cual demuestra que son muchísimas las personas que creen que está bien dicho aquello que es erróneo.
-Por ejemplo, ¿cuáles son los errores más frecuentes?
-Hay tantos. Pensemos en “complejizar”. Es un verbo que no necesitamos en español, porque en español se dice “complicar”; es decir, algo que es complejo se complica. Entonces, es absurdo que utilicemos “complejizar”. En el buscador de Google hay 180 mil resultados de “complejiza”, 119 de “complejizar”, 83 mil de “se complejiza”. Es un falso verbo del español.
-El libro está enfocado a escritores, periodistas… ¿Cómo aterrizar esto con el lenguaje popular, la gente que habla el lenguaje popular, que tiene más acceso al internet?
Las redes tienen un lenguaje de alguna manera de código, se cometen muchísimos errores en internet, pero por supuesto su propósito no es mejorar el idioma, sino tienen básicamente la intención de un intercambio en este caso de expresiones que por supuesto se entienden entre ellos. Lo que yo creo más bien es que en función de que apliquemos bien las reglas del idioma, que las conozcamos, hay gente que no conoce siquiera lo que es una palabra esdrújula, cuál es la diferencia entre una palabra aguda que debe llevar tilde en la última sílaba de una grave que la lleva en la penúltima. Todas estas cosas se han ido olvidando porque también la escuela ha ido haciendo de la enseñanza del idioma español algo muy laxo, fácilmente se observa que los niños y los jóvenes no tienen conocimiento de esto.
-Hablar y escribir mal ¿repercute en pensar mal?
-Sí, por supuesto. La lengua es pensamiento y así como pensamos, así hablamos. Y es claro que si nuestra forma de pensar es una forma inconexa o poco meditada, nuestra escritura reflejará esas cosas. Cuando no entendemos un libro, normalmente nos echamos la culpa a nosotros: “Soy tan tonto que no entiendo”. Pero muchas veces son incluso los escritores, los que están escribiendo mal y no podemos entender algo que nos están diciendo cuando lo que uno supone es que los escritores por su propio oficio deberían tener herramientas, como diccionarios.
Es tan grave el problema, que Argüelles afirma que El Diccionario Panhispánico de Dudas “está lleno de barrabasadas” e “inexactitudes”.
-Con franqueza ¿tiene la esperanza en que se corrija el uso de la lengua a niveles popular y culto con la amenaza que representa el internet?
-Tengo la esperanza de que en el ámbito culto se mejore, mejorándose por supuesto la educación; es una cuestión de educación y tiene la obligación de mejorarse, es decir; no podemos aceptar que profesionistas no sepan que “nadie” no es lo mismo que “ninguno”. No podemos pensar que la gente culta se exprese de la manera que se expresaría una persona que nunca ha pasado por la escuela. ¿Por qué? Porque la escuela debe tener una consecuencia favorable para quien cursa estudios y llega a la universidad y alcanza posgrados. En ese sentido, es una obligación, deben usar bien el idioma. Además hay una cosa muy importante: el idioma es nuestro máximo patrimonio cultural, eso creo que se olvida en general, no se ve al idioma más que como la herramienta para el intercambio.
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