Nación
López Obrador, aún sin banda presidencial, cuadró al pueblo uniformado
Sin haber asumido aún la Presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador cuadró a las Fuerzas Armadas. Tal y como hizo en todas las plazas del país, el todavía futuro mandatario se presentó en el campo militar que, en principio frío, terminó celebrándolo y coreando sus consignas patrióticas.
Previo a la llegada de López Obrador los uniformados, algunos acompañados por sus familias, se mostraban laxos, sin el rigor que demanda el comandante supremo. Una porra proveniente desde las gradas tuvo que ser atajada por los altos mandos. «¡Comandante! Tome nota de los hechos», ordenó el omnipresente sonido del campo.
Los oficiales también sufrieron algunos deslices que fueron corregidos de inmediato. «A esos mándalos para atrás. Son del equipo del peje. . . del presidente electo», balbuceó uno de los encargados de la organización de prensa al ordenar el reacomodo de miembros de la ayudantía de López Obrador. Sus subalternos acataron, con amplias sonrisas por delante.
Llegó el momento y López Obrador, junto a sus invitados, tomó el templete. El secretario de la Defensa Salvador Cienfuegos abrió la ceremonia saludando a los más de 32 mil presentes, quienes rugieron al unísono con un «¡Buenos días general secretario!». Acto seguido presentó al presidente electo ante las Fuerzas Armadas para, después, entregárselas por completo.
Como lo hizo durante 12 años de campaña, incluyendo en la pasada Gira del Agradecimiento, López Obrador dirigió a la concurrencia un mensaje sobre los estragos del neoliberalismo y la violencia que generaron sus políticas. Apenas un día antes había confirmado que en marzo próximo realizará una nueva consulta para que el pueblo decida si se debe investigar o no a los presidentes que las implementaron.
Pero esta no era la plaza de ningún pueblo, y el pueblo uniformado se mostró estático durante la primera mitad del discurso. Hasta que, por fin, López Obrador se refirió como «ninis» a los jóvenes que, víctimas del neoliberalismo, ni estudian ni trabajan. Algo que a los militares les resultó hilarante al punto de no poder contener una carcajada unánime.
De inmediato el inesperado mitin despegó y el inminente comandante supremo se desvivió en elogios para sus futuras tropas. Recordó sus orígenes populares tras la revolución. Destacó que son diferentes a otros Ejércitos porque nunca han caído en las tentaciones de un golpe de Estado. Celebró su nacionalismo al jamás someterse a intereses externos.
Entre halago y halago López Obrador solicitó una y otra vez el apoyo castrense para pacificar el país, para dar un giro a las Fuerzas Armadas hacia la seguridad pública, para defender los Derechos Humanos, para implementar restricciones al uso de la fuerza. «Desde luego podría ser una orden», recordó. «Pero no voy a imponer nada», prometió.
Pintando una imagen de sus múltiples recorridos por cada rincón del país, aseguró conocer a los militares porque conoce a sus familiares. Ya que, se dio cuenta al buscar a los próximos titulares de la Sedena y la Semar, el grueso de los elementos «reportaban ser hijos de campesinos, de obreros, de mecánicos, de soldados». Como los ha llamado, incluso sumando el apoyo del futuro secretario Cresencio Sandoval, «son pueblo uniformado».
Para ese pueblo, incluyendo al pueblo uniformado, López Obrador ha preparado una serie de proyectos de desarrollo que mitiguen el impacto neoliberal. Acto seguido enlistó uno a uno cada programa prioritario que este fin de semana ha sometido a consulta del mismo pueblo.
La última risotada llegó cuando invitó a todos los militares, y a sus familias, a acompañarlo al Zócalo el próximo primero de diciembre, si se encuentran en día franco. Entre la algarabía López Obrador proclamó «¡Qué vivan las Fuerzas Armadas!», obteniendo un tibio coro como respuesta. Le siguieron cuatro «¡Qué viva México!», el último de los cuales rivalizó en fuerza con el saludo a Cienfuegos.
El secretario de la Marina Vidal Soberón acalló la algarabía al responder a las peticiones del futuro mandatario asegurando: “somos una gran herramienta, úsenos». Aunque la solemnidad duró poco, ya que tras la retirada de López Obrador los megáfonos anunciaron la ruptura de filas y la llegada del deseado estado franco.
Mientras los militares celebraban, lanzaban porras y se reunían con sus familias, sus oficiales les felicitaron por medio del sonido ambiente. Con la proclama de que «todo salió muy bien» concluyó la conquista del pueblo uniformado por parte de un civil a una semana de que asuma la comandancia suprema de las Fuerzas Armadas.
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