Metrópoli
San Gregorio, la repuesta ciudadana ante el sismo
La mañana siguiente al terremoto, la gente no se paralizó. Guardó el miedo en su casa y desde temprano acudió con víveres, herramientas, tamales, tortas a los derrumbes de la colonia Roma.
Eran la 9 de la mañana y había una fila enorme para ayudar. Doctores, arquitectos, albañiles y civiles que a “mano pelona” estaban dispuestos a quitar escombros o lo que fuese necesario. Pero no se podía hacer nada. La Policía Federal y el Ejército habían cercado la zona. Hasta que en las redes sociales se viralizó la noticia de que la zona de San Gregorio, Xochimilco, estaba devastada y que sus habitantes no tenían ayuda.
La movilización fue instantánea: las brigadas comenzaron a detener camiones torton y microbuses convenciéndolos de que nos llevaran. Se llenaron decenas de camiones con víveres y civiles ansiosos por ayudar.
Atravesamos la Ciudad de México, cantando “Cielito Lindo” y gritando “¡Viva México!». San Gregorio, Xochimilco, se convirtió en un mar de gente. Mucha disposición de ayudar pero nada de organización convirtieron las brigadas en un inmenso caos.
El terremoto rompió una tubería de agua potable que abastecía a los habitantes de San Gregorio, que desde el martes no tenían ni luz, ni agua. Las familias iban con cubetas para acarrear agua de una pipa que había llegado hasta la zona. También, dos casas se colapsaron por completo y algunas más sufrieron afectaciones parciales.
Alrededor de 2 mil civiles acudieron a San Gregorio, formaron cadenas para trasladar los víveres, quitaron escombros, acarrearon agua. Brigadas de motociclistas trasladaban doctores.
San Gregorio, Xochimilco, la solidaridad asaltó las calles.
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