Cultura
Dos científicos: Tesla, el esotérico, Edison, el capitalista
El siglo XX está lleno de cosas que ahora son consideradas políticamente incorrectas.
Por ejemplo: el caso del elefante que electrocutó Thomás Alva Edison con el fin de demostrar el peligro de la corriente eléctrica. Hizo trampa: le había dado zanahorias con cianuro; sin embargo, no era necesario luego de los 6600 voltios que pasaron por el cuerpo del animal, que murió al instante.
Alva Edison también fue políticamente incorrecto porque a su sombra quedó el inventor croata Nikola Tesla, quien además de su contribución general al electromagnetismo, dio pie a algo más grande: la invención de las patentes que Marconi usó para construir la radio, el siguiente gran paso de las comunicaciones después de la imprenta.
Hoy 18 de octubre se celebra el aniversario de Edison, a quien se le adjudican más de mil patentes, comparado en la cultura popular (en los Simpson, por ejemplo) como el Leonardo Da Vince de su época. Inventó un modelo comercial de la bombilla para cumplir, entre otras cosas, uno de sus sueños: iluminar todas las calles de la Ciudad de Nueva York.
Tuvo a su cargo a Tesla, quien, a diferencia de él, era un profesional con formación en lingüística, matemática, física y, sobretodo, esoterismo. La historia registró que Edison explotó el genio de Tesla al pedirle ayuda para mejorar la tecnología de la corriente alterna (que serviría para otros inventos importantes y muy rentables económicamente). Tesla acusó al estadounidense de robarle todo: patentes, ideas y diseños.
Tesla intentó vengarse. Por su cuenta hizo descubrimientos que se consideraban inviables, en especial en el campo de la corriente alterna. Edison no los consideraba inviables pero sí peligrosos para su modelo de negocios. Invirtió dinero, tiempo y vidas de animales en desacreditar a su ex empleado; el científico George Westinghouse recordó la personalidad competitiva del norteamericano y cómo consiguió gente para sustentar su competencia: “contrató a un profesor llamado Harold Brown para que electrocutase perros y caballos viejos sobre el escenario, y mostrase al público los peligros de la corriente alterna». Incluyendo, por supuesto, el experimento con el elefante.
Tesla era idealista y esotérico. Creía en aliens y en fantasmas, además de en espíritus que podían ser contactados con maquinaria relativamente sencilla (igualmente basada en corrientes eléctricas). Sus hipótesis fueron usadas para la ciencia ficción y para alimentar las ilusiones de las pseudociencias: por eso los parapsicólogos relacionan a los espectros con campos electromagnéticos.
Tesla creyó recibir señales de vida de Venus y Marte. Aunque su arma, el rayo de la muerte, fue por lejos la más famosa invención entre los conspiranóicos contemporáneos, de la misma tradición que las armas a la Da Vinci, hechas para cercenar piernas en el campo de batalla, volar sobre los enemigos o agujerar barcos con trajes de buzo rudimentarios. Todo esto inspiró el género de ciencia ficción steampunk, visto frecuentemente en películas como las de Guillermo del Toro.
Tesla se acercó a Edison en número de patentes: 800 sin mucha ayuda financiera y casi desde la clandestinidad. Murió a los 86 años y fue reconocido como un científico menor hasta años recientes. Edison, en cambio, disfrutó de fama mundial hasta su muerte a los 84 años. Y ambos quedaron unidos por la historia: casi imposible hablar de uno sin mencionar al otro.
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