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Baja afluencia de FIL del Palacio de Minería impide a expositores recuperar lo del stand; ganancia es “simbólica”, dicen
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Filas enormes en las taquillas por parte de estudiantes, turistas, lectores empedernidos y curiosos que esperaban hasta 20 minutos para comprar su boleto de ingreso. Pasillos atiborrados en doble fila por donde no se podía pasar y asientos llenos en las salas de descanso, mientras decenas de fans de los locutores de W Radio se postraban frente a la cabina para ver e interactuar con ellos cuando otros se formaban para entrar a alguna conferencia. Así era la Feria Internacional del Libro (FIL) del Palacio de Minería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hace casi tres lustros, pero de eso queda poco.
Aunque variaba según la hora, la presencia de las personas era una constante en los pasillos del Palacio de Minería para la FIL, pero a mitad de la década de los 20s del siglo XXI, esa no es la imagen que proyecta. La feria ha perdido algunas de las editoriales que más atraían a lectores con sus best sellers u ofrecían descuentos, como el Fondo de Cultura Económica (FCE) y Editorial Planeta
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En un primer recorrido, hecho el viernes 28 de febrero entre las 6:45 p.m y las 8:30 p.m., se pudo observar que los stands que presentaban más visitas eran los del patio central de la sede de la feria, es decir, los de Océano, Siglo XXI y Penguin Random House. No obstante, los de la UNAM, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN), Porrúa y Universidad Iberoamericana estaban casi vacíos, pese a ser viernes de quincena.
El segundo recorrido se hizo este sábado 1 de marzo de 12:30 p.m. a 5:30 p.m., viéndose solo una larga fila para comprar boletos durante 20 minutos, que iba de la Librería UNAM a Eje Central; tras la 1:00 p.m., esta volvió a ser de entre 5 o 6 que apenas llegaban a la calle Condesa. Al interior, la dinámica encontrada fue parecida a la del día anterior, pues las firmas mencionadas eran las que concentraban la mayor cantidad de clientes, mientras que el resto de stands parecían semi vacíos o había pocas personas que muchas veces optaron por no desembolsar su dinero en alguno de los productos ofrecidos. Pese al aumento sustancial de personas, caminar con facilidad fue una característica en cada uno de los puntos visitados, a diferencia de los cada vez más añejos recuerdos de este evento
- Stands vacíos el viernes 28 de febrero al anochecer. Foto: Especial
- Vista aérea del Patio Central del Palacio de Minería. Foto: Francisco Mendoza
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Pero esto no es mera percepción. Los datos de la FIL del Palacio de Minería, recopilados por varios medios de comunicación, a partir de declaraciones de autoridades del evento o a través de boletines y redes sociales propias, muestran una caída importante en las visitas. durante los últimos 15 años. Las palabras iniciales de este texto eran una descripción de la edición de 2011, año en el cual hubo 152 mil 348 asistentes y subió a 153 mil 345 en 2012.
Su máxima cifra de los últimos años la habría logrado en 2014, cuando llegó a los 156 mil visitantes para su XXXV edición y a partir de ahí tuvo sus primeros signos de declive. Un año después, Fernando Macotela Vargas, director del evento, declaró para El Economista que un día antes de que terminara se calculaba ya que habría un descenso del 5% de las visitas respecto al año anterior, pudiendo llegar a 149 mil asistentes en esa ocasión.
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Aunque repuntó en 2016 llegando a 152 mil 129, volvieron los síntomas de decaimiento en la que hasta entonces era concebida por muchos como la «mayor fiesta del libro» de la capital del país. De acuerdo con UNAM Global, hubo «más de 150 mil» visitantes; sin embargo, la extinta agencia Notimex indicó que Macotela Vargas reportó ante medios de comunicación un total de 146 mil visitantes al inmueble histórico, ubicado en el Centro Histórico de Ciudad de México.
Para 2018, la FIL del Palacio de Minería tuvo aproximadamente 148 mil asistentes, pero el repunte fue solamente temporal, ya que para 2019 se contabilizaron 139 mil 280 visitantes en la feria. La «sangría» del evento cultural no paró en una caída del 6.7% de su asistencia, sino que tuvo una nueva disminución en los albores de la pandemia de COVID-19, provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, pues previo al aumento de contagios terminó la edición con 137 mil 120 asistentes.
Derivado de la crisis sanitaria y la incipiente llegada de las vacunas contra casos graves de COVID-19, la UNAM decidió adaptarse a la «nueva normalidad» y emprendió la primera FIL del Palacio de Minería de manera virtual. El ejercicio se repitió en 2022, pese a que para entonces la mayoría de la población en el país tenía al menos su primera dosis de la vacuna, de un esquema de dos inyecciones en la mayoría de los casos.
El Palacio de Minería volvió a recibir a la FIL para su XLIV edición en 2023, contando con Guanajuato como la entidad invitada; pero su regreso mostró una caída aún más importante entre los asistentes. Al finalizar esa edición, los organizadores comunicaron a los medios de comunicación que hubo solo 100 mil 097 asistentes; un año después, dijeron a la prensa que en la edición XLV se presentaron 111 mil 239 personas a una de las ferias del libro más antiguas del país.
Pese a ello, las cifras podrían ser más bajas, según lo comentado por Rubén García Morales, jefe de prensa y difusión de la FIL del Palacio de Minería, previo a la edición del 2025. El 5 de febrero pasado, en conferencia de prensa, indicó que la cifra de asistentes en 2023 había sido de 70 mil y en 2024 fueron 82 mil, aproximadamente 30 mil menos a los anunciados en su momento esos años.
Universidades no venden suficiente para recuperar lo del stand
Aunque las cifras se miden en miles, el ingreso de estos asistentes no garantiza ventas a los expositores de la FIL del Palacio de Minería, según narraron diversas voces para La Hoguera. En entrevista, Fernando Martínez Muñoz, jefe de distribución y promoción editorial de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), explicó que ninguna feria es igual ni se comporta de la misma manera de un año a otro. Al respecto, compartió que en el stand estaban contentos porque, a un día de culminar el evento, la venta promedio de 3,500 libros por edición del evento se ha mantenido.
Este indicó que a su parecer les ha ido bien por diversos factores, siendo el primero de ellos los libros y propuestas presentadas al público con la UAM, ya que está creando contenido para personas especializadas en temas, estudiantes, profesores y de interés general. Sobre esto último, explicó que han estado integrando a sus catálogos poesía, estudios literarios y narrativa, lo cual es buscado por los lectores.
Asimismo, consideró que ha sido importante ofrecer textos de calidad, como los que generan investigadores universitarios. A la par, externó que en su caso les ha beneficiado también la ubicación del stand, en una de las entradas y patios principales, así como la buena aceptación de la gente al ver que hay calidad y calidez en el servicio brindado.
«De repente colegas de otras editoriales nos han dicho que no les ha ido bien, que ha bajado el público, es el sentir que nos comparten, pero a nosotros nos ha ido bien», compartió. Sin embargo, cuestionado sobre si recuperarán con lo vendido lo invertido en el stand, respondió negativamente y sostuvo que normalmente una feria de este tipo lo que da es presencia, es decir, un bien simbólico.
«La universidad al no tener fines de lucro da oportunidad de estar presentes en este tipo de ferias. Es una ventana para que todo ese público vea lo que se produce en la universidad (…) sería un error no estar en este tipo de escenarios. Si bien no se recupera al 100%, tampoco es a fondo perdido», apuntó. En tanto, insistió en que no todo tiene que ver con el dinero y que la universidad está cubriendo de manera excelente su función de difusión de la cultura, misma que se complementa con firmas o presentaciones de libros.
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El stand de la UAM fue uno de los más grandes este año. Foto: Francisco Mendoza
Abordado sobre si la FIL del Palacio de Minería sigue revistiendo a sus expositores, sostuvo que él cree que sí, dado que es una de las ferias más longevas e icónicas de la ciudad y del país. Mencionó que si bien es importante que se mantenga, se debe ser consciente de que hacerla no es sencillo e implica un desgaste muy fuerte, pero también que esta debe ser sometida a revisión permanente para hacer correcciones a la misma sobre la marcha. «Ni desde lo económico ni desde lo político mantener una feria es fácil; es complicado no solo hacerla, sino mantenerla y por más de 47 años es un logro», opinó.
De manera similar, fuentes del Instituto Politécnico Nacional (IPN), que pidieron el anonimato, comentaron que nunca recuperan la inversión que se hace por el stand en la FIL del Palacio de Minería en Ciudad de México o la FIL de Guadalajara en Jalisco. Resaltaron que uno de los lemas del centro de estudios es precisamente estar «al servicio de la patria» y eso significa apoyar al alumnado con libros baratos de hasta 17 pesos, grandes volúmenes por debajo de los 100 pesos o novedades de menos de 40 pesos.
Explicaron además que los maestros e investigadores que publican con ellos lo hacen a sabiendas de que no obtendrán regalías por sus libros, sino que más bien se les darán unidades impresas para que asuman la labor de venderlos. En otras palabras, subrayaron que quien escribe con el Politécnico es porque quiere beneficiar al alumnado y no por un asunto monetario.
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Las propuestas del IPN fueron algunas de las más baratas en esta edición. Foto: Francisco Mendoza
Cuestionados sobre el pulso que le han tomado a la asistencia de este año, indicaron que aunque están «vendiendo bien» y el primer sábado hubo tanta gente que “no se podía ni caminar”, el volumen de ventas no es el mismo de otros años y que particularmente han visto una caída en las últimas dos ediciones. Como explicación, mencionan que los alumnos se están inclinando más hacia los libros electrónicos, gratuitos en algunos de sus portales oficiales, o los audiolibros. «Sí se vende porque los maestros mandan a los alumnos, meten alguno de los libros en su materia, pero a como se vendía anteriormente, no», relataron.
Expositores ven caída de afluencia de visitantes y piden ajustar la FIL
Bien dice el dicho, «Cada uno habla como le va en la feria» y eso mismo ocurre aquí. Nuevamente, pidiendo el anonimato para “no poner en riesgo” su lugar en próximas ediciones, uno de los expositores compartió que sí se ve una diferencia en la afluencia de la gente. Narró que él como lector lleva aproximadamente 30 o 35 años asistiendo y recuerda que el ambiente era completamente diferente ante lo masivo que era el evento.
«No se podía caminar en los pasillos, no te podías asomar ni siquiera (a los stands) a ver porque la gente te llevaba, te empujaba. Debías sentarte junto al expositor para que la gente no te arrastrara. Año con año ha venido disminuyendo», rememoró. Como expositor, recordó que durante varios años su «empresa» intentó tener un espacio en la feria, pero no había la oportunidad ya que había al menos otras solicitudes antes que la de ellos; por el contrario, resaltó que ahora hay espacios sin ocupar.
Este indicó que a su empresa también les basta con lo «simbólico» de estar en este evento desde hace poco más de un lustro, pero que muchas otras editoriales no han regresado por tener “números rojos”. Señaló que «platicando en corto» con otros expositores, en años anteriores, le habían dicho que sus ventas ya no les estaban alcanzando para cubrir sus costos de instalación, mucho menos para tener “números negros” terminado el evento.
«Simplemente no les alcanza y eso hace que no regresen, muchos ya no regresaron», dijo a manera de resumen sobre el comportamiento de las editoriales en los últimos ocho o 10 años. Destacó además que muchos otros locales están siendo ocupados por gente que vende «recuerdos, tarjetas, discos, playeras» y sinfín de cosas más; precisó que si bien piensa que no es algo malo, sí se debería privilegiarse la venta de libros.
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La mayoría del público se centraba en la «hora pico» en tres editoriales ubicadas en la planta baja. En los pasillos del primer piso, la gente estaba ausente. Foto: Francisco Mendoza
Para culminar, compartió que para él esta crisis del volumen de venta de libros por parte de las editoriales se podría paliar quejándose de aspectos como el servicio que les dan —charolas rotas para montar sus materiales u obligarlos a estar hasta las 9:00 p.m. pese a que la gente deja de llegar desde una hora antes– para que se obre en un sentido más práctico. En tanto, comentó que las editoriales podrían exponer sus quejas de forma personal o a través de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM), recalcando que muchas están sujetas a la «ley de oferta y de demanda», de modo que se si no funcionan en esta feria, se terminarán yendo a otras.
Mientras tanto, Juan Pablo García, expositor de Ediciones Era, compartió que en su primera participación en la FIL del Palacio de Minería ha visto mucha gente, pero que otros le han compartido que no se asemeja a la asistencia de años pasados donde «había mucha más». Sobre sus ventas, indicó que las comparaciones le hacen ver que están siendo «muy bajas» este año, dado que mucha gente solo se para a observar los títulos y se va, de modo que su ingreso al local no garantiza una venta del 100%.
«Principalmente la gente se queja del precio de los libros, pero detrás de cada uno está el costo de fabricación, del papel, de la tinta, de los derechos de autor y es algo que no se ve, de manera que al llegar a sus manos con eso como parte del precio ya no les parece tan atractivo», explicó. Finalmente, indicó que no podía dar información sobre si las ventas acumuladas durante la feria alcanzan para hacer financiable la renta del stand.
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Así lució el sábado el stand del estado invitado: Oaxaca. Foto: Francisco Mendoza
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