Nación
13:14 y después… el silencio. A un mes de la tragedia
Para 369 personas todo fue oscuridad y silencio después de que la tierra se sacudió bajo sus pies.
Hace un mes, a las 13:14 horas la Ciudad de México revivió la sensación de miedo e impotencia ante la fuerza de la naturaleza que nos recordó qué tan vulnerables somos ante ella; trajo a la memoria ese mismo temor que hace 32 años habían vivido los mexicanos.
Unas horas antes de la tragedia, en escuelas, edificios de trabajo y sitios públicos se había llevado a cabo un simulacro que demostraba qué tan preparados estábamos ante un evento de tal magnitud; no lo estábamos.
13:13 con algunos segundos…
La alarma sísmica comenzó a sonar. Por la fecha que se rememoraba muchos no advirtieron que desde Morelos y Puebla venía una tremenda energía bajo el suelo que retumbaría con tal fuerza que el tiempo sería clave para el desalojo de inmuebles.
La Ciudad de México comenzó a moverse; histeria, gritos, llanto, no había nada más.
Para quienes vivieron el sismo de 1985, las imágenes de muerte, dolor, edificios colapsados, niños sin padres, padres sin hijos, llegaron a la mente; para los más jóvenes el desastre era inimaginable y sólo había consternación.
Primero el tránsito colapsó. Los semáforos dejaron de funcionar. Más tarde, las calles comenzaron a quedar vacías. Llegaron los primeros reportes y con ellos la confirmación de los edificios que se vinieron abajo.
Las líneas telefónicas cayeron. La incertidumbre de no saber qué ocurría con quienes permanecieron en los edificios hasta antes de las 13:14 embargó a muchos. Para algunos, esa sensación sólo se esfumó en cuanto se reencontraron con sus familiares, mientras que para otros se hizo más poderosa cuando, escombro por escombro, se actualizaba la cantidad de muertos y desaparecidos.
Sierra Vista y Río Bamba, en la delegación Gustavo A. Madero; avenida Coyoacán y Providencia, Nicolás San Juan, Eugenia y Edimburgo, Petén y Zapata, Gabriel Mancera y Escocia, Balsas 18 y Miravalle, Yácatas y Concepción Biéstegui, en la Benito Juárez; Calzada de las Brujas y División del Norte, en Tlalpan; Paseo de las Dalias y avenida Tláhuac, Ermita Iztapalapa y Calzada de la Viga, en Iztapalapa; Periférico y Circuito Cuemanco Norte, en Xochimilco; Rancho de los Arcos y Calzada del Hueso, Viaducto y avenida Coyoacán, en Coyoacán; Lares y Ámsterdam, Chimalpopoca y Simón Bolívar, Tabasco y Medellín, Salamanca esquina con Oaxaca, Puebla 282 esquina con Salamanca y Álvaro Obregón 286 esquina con Valladolid, en la Cuauhtémoc, fueron las construcciones siniestradas que sepultaron a varios de sus ocupantes.
Morelos y Puebla reportaron fallecidos y cientos de afectados que en menos de un día ascendieron a miles.
Los gobiernos capitalino y federal iniciaron el plan de rescate en coordinación con soldados y marinos que quedó opacado por la inmediata acción de ayuda de la población que comenzó la remoción de escombros apenas había dejado de rodar la última piedra tras el colapso.
En los puntos rojos comenzaron a llegar un sinfín de voluntarios y ayuda en especie: comida, medicamentos y herramientas.
En Tlalpan, a Nayeli Flores le avisaron por teléfono que el edificio donde vivía, un multifamiliar, se había caído. Julían y Jimena, sus hijos de 11 y 6 años, respectivamente, estaban en casa cuando los sorprendió el temblor.
Esa mañana, Julián y Jimena no habían querido ir a la escuela y decidieron quedarse en casa. El hubiera no existe.
De acuerdo con testigos, los dos pequeños fueron encontrados sin vida. Permanecieron abrazados. A su madre, Nayeli, le informaron que ambos pequeños estaban siendo atendidos tras ser rescatados con vida. Más adelante desmintieron lo dicho y Nayeli quedó sin esperanza.
En la misma delegación, el colegio Enrique Rébsamen se convirtió en el “emblema de esperanza” de la tragedia, tras montaje mediático entre Marina y Televisa y que, finalmente, terminó siendo emblema de corrupción.
En la madrugada del 20 de septiembre fueron sacados del derrumbe varios niños sin vida. Rescatistas reportaron que la noche fue terriblemente fría y desoladora.
Por la mañana, a todos los televidentes se nos informó que rescatistas y autoridades habían hecho contacto con Frida, una niña atrapada en la oficina de la directora del colegio, Mónica García Villegas.
Supuestamente Frida recibió agua para hidratarse y habría manifestado sentirse cansada.
Danielle Dhiturbide, reportera titular de la cobertura ininterrumpida de Televisa comandada por Denisse Maerker y Carlos Loret de Mola, narró minuto a minuto el rescate de Frida. Cada vez se estaba más cerca de encontrar a la niña.
Los puntos de rating reventaron y Televisa se coronaba como el único medio que tenía acceso en tiempo real a la tragedia y entrevistas exclusivas con mandos de la Sedena Y Marina.
Todo mundo hablaba que faltaba muy poco para que Frida fuese sacada del edificio colapsado del Rébsamen y se convirtiera en muestra de esperanza y alegría en medio de tanta desolación. No fue así.
Frida, aquella niña que Danielle Dhiturbide bautizó ante millones de mexicanos de acuerdo con supuestas afirmaciones de rescatistas, no existía.
Enseguida se desató un polémico conflicto entre Televisa y Marina, pasándose la “bolita” entre ellos con respecto a la declaración que aseguró que, ahí, en el Rébsamen, hubo una niña de 12 años que bebió agua, dijo estar ”muy” cansada y que dos días después del sismo se informaba, nunca existió.}
En el colegio Enrique Rébsamen se comenzaba a destapar una cloaca de corrupción y anomalías relacionadas con la construcción y operación del inmueble que terminó en la solicitud de una ficha roja por parte de la PGJ a la Interpol contra García Villegas por falsificación de documentos y homicidio culposo de las 26 personas que fallecieron el 19 de septiembre.
La promesa de la reconstrucción está latente en los capitalinos, poblanos, morelenses, oaxaqueños y chiapanecos que se vieron afectados por este fenómeno; sin embargo, esta promesa tiene sus luces y sombras, pues el terremoto no sólo dejó muertes y familias desplazadas.
La sacudida tuvo tal fuerza que destapó casos de corrupción relacionados con la construcción de edificios que no contaban con las medidas de seguridad para ser ocupados, la mayoría de ellos no mayores a 15 años; decomiso de ayuda civil en las comunidades alejadas de la capital por autoridades y grupos criminales; y la ineficacia del gobierno para atender y dar prioridad a los más afectados.
El saldo hasta ahora son 369 personas fallecidas y miles de damnificados que quedaron sin nada y que permanecen a la espera de una resolución por parte de las autoridades de gobierno.
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