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Cultura

“Una locura, seguir hablando de machismo y homofobia en el siglo XXI”

Tres mujeres o un sueño bosnio

El novel director mexicano Sergio Flores Thorija tiene a su favor, de entrada, haber recibido una beca del cineasta húngaro Béla Tarr para estudiar tres años en su escuela en Bosnia y Herzegovina y en consecuencia haber filmado en ese país su ópera prima, que abrió la 62 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional en abril pasado.

La cinta de Flores Thorija 3 Mujeres (o despertando de mi sueño bosnio), que contó en la producción con Béla Tarr y su efímera escuela Film Factory, con el tres veces ganador de Cannes, Michel Franco, y Moisés Zonana, de Lucía Films, vuelve ahora para su estreno comercial con una temporada en Cineteca Nacional y cineclubes. Además, tuvo apoyo en posproducción del doble ganador en Cannes, Carlos Reygadas, también maestro del joven cineasta y parte de la planta docente de Tarr en Sarajevo.

El filme, escrito, dirigido, fotografiado por Flores Thorija, presenta tres retratos femeninos de mujeres que el joven cineasta se topó en Sarajevo. Todos protagonizados con mujeres ajenas al mundo de la actuación, simplemente escogidas por el mexicano.

En entrevista, Flores Thorija considera universales a sus tres historias, a pesar de haberse filmado en un país balcánico con circunstancias culturales, religiosas y políticas específicas, y sostiene que la visión pesimista que en ellas se plantea no es su culpa:

Es pesimista porque el mundo es así”, expresa a bote pronto. Y en ese sentido, afirma que “es una locura seguir hablando de machismo y homofobia en pleno siglo XXI”.

3 mujeres (o despertando de mi sueño bosnio) retrata a Ivana, una cocinera bosnia atada a su madre enferma cuyo único pasatiempo son las telenovelas mexicanas; Clara, una brasileña que para sobrevivir y pagar sus estudios en Sarajevo por las noches trabaja en un table dance, y Marina, enamorada en secreto de su amiga que parte a Noruega.

El trío de historias, que al mismo tiempo es homenaje y tour por las calles de la ciudad que lo adoptó por tres años, al final es un pretexto justo para mostrar cómo los anhelos de migración, de respeto a los derechos de las mujeres y a la sexualidad individualizada, son tan cercanos a las mujeres bosniacas como a las mexicanas o brasileñas. Pero al mismo tiempo la homofobia, el machismo y la intolerancia también son globalizados.

Tres retratos con incluso tres manejos de luz y fotografía distintos, como explica Flores Thorija en la conversación. 

Tres mujeres o un sueño bosnio

Tres mujeres o un sueño bosnio

Las tres historias tienen ritmo similar, pero fotográficamente con estilos diferentes. Quería que el estilo visual te ayudara a meterte en la piel de cada una de las protagonistas. En la primera son puras tomas muy angulares, muy fijas, porque Ivana como que se está perdiendo en su circunstancia; con Clara hay mucha cámara en mano porque ella está descubriendo Bosnia, por eso la seguimos con la cámara a sus espaldas, y así nosotros también descubrimos ese país con la brasileña; y con Marina son movimientos mucho más lentos, más sensibles, como queriendo enfatizar sus sentimientos en ciertos momentos, que la gente a su alrededor no detecta”, explica.

Aunque Torres Thorija admite la influencia de Béla Tarr o del rumano Cristian Mungiu, e incluso de sus compatriotas Michel Franco y Carlos Reygadas, defiende su propia concepción del cine ya desde su ópera prima, que se presentó antes en varios festivales. Incluso comenta que Tarr se enojaba porque en su edición los planos eran cortos, a diferencia de los que suele usar en sus películas el cineasta de El caballo de Turín.

Cuenta que en la escuela del realizador húngaro estuvo tres años becado, el único americano de los 15 estudiantes aceptados en la única generación. Ahí tuvo entre los maestros al mismo Béla Tarr, pero sobre todo convivió con Reygadas, otro mexicano ganador de premios en Cannes con filmes como Luz silenciosa y Post Tenebras Lux.

Refiere que recibió la beca por su corto Viernes, la historia de un joven de 16 años que tiene una relación con la mamá de su mejor amigo.Sin embargo, dice que ese trabajo no representa el cine que él busca, porque hacía muchas concesiones y tenía muchos compromisos. “Mi cine lo hago para mí, es un cine que tienes necesidad de hacer, que tiene todas las reglas que yo me impuse, como en 3 mujeres: sin actores profesionales, pocos diálogos, luz natural, pocos cortes, sin música extra, secuencias de una sola toma. Todo eso me ayuda a ser más realista. El cine para mí viene de la realidad. Antes hacía muchas concesiones pensando en que mis trabajos le gustaran al espectador, y ese es un gran error, en esta ópera prima ya no me preocupo por complacer al espectador”, aduce,

Refiere que Viernes le gustó mucho a Tarr porque percibió que en él Flores Thorija “amaba a sus personajes”. “Y en 3 mujeres eso se nota mil veces más. Si no hubiese conocido a las tres protagonistas, no habría podido hacer esa película”, afirma.

Con Michel Franco, premiado en diferentes categorías Cannes por Después de Lucía, Crónico y Las hijas de Abril, comparte incluso la cinefilia, pues al igual que el célebre realizador, suele asistir regularmente todos los días como si fuera una religión.

Desde los 13 años, por fortuna, sabía qué quería hacer en la vida y decidí hacerlo: ser director de cine. Prácticamente desde el primer momento que podía estudiar cine, me dije: es lo que quiero hacer por el resto de mi vida, ser director. Toda mi vida he sido muy cinéfilo, además. Desde hace años veo por lo menos una película al día”, comenta.

El joven director, egresado de la licenciatura en Cine y Televisión de Centro que coordina en la actualidad Carlos Bolado, reconoce más la influencia en su ópera prima de cineastas como Ulrich Seidl, Carlos Reygadas y los clásicos, que de su mentor Tarr.

Es increíble cómo las películas de Luis Buñuel o Federico Fellini son más contemporáneas que el 99 por ciento de las que se hacen hoy”, sostiene Flores Thorija.

Aunque Centro es una institución relativamente nueva, la defiende como una buena alternativa a instituciones como el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM o el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCE), de donde a su juicio quienes ingresan a ella ya se sienten genios sin haber hecho todavía nada.

Algo muy importante en el cine es que tienes que ser humilde y poner los pies en la tierra y mostrar tu trabajo. Lo más importante es que puedas trabajar. Y en esta película trabajé durante tres años, 15 horas al día los siete días a la semana. Trabajé como loco. Y esta película existe gracias al trabajo y a los sacrificios”, expresa Flores Thorija.

Agrega que durante ese lapso ni siquiera fue a una fiesta, pero mantuvo su hábito de ver por lo menos una vez al día una película. “Yo era una máquina de trabajar. Hacer cine es lo que más me gusta hacer en la vida. Y yo quería hacer la mejor película posible”.

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