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Nación

No le gusta que le digan “niño genio”, pero tiene 12 años y ya cursa carrera en la UNAM

Niño Genio en la UNAM
Foto: Miguel Ángel Teposteco

«Niño genio» es un término que no es del agrado de Carlos Antonio Santamaría Díaz, de apenas 12 años y que entrará a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para estudiar la carrera de física biomédica junto a alumnos que casi le duplican la edad. «No me gusta esa palabra, no sé».

En conferencia de prensa en la Torre de Rectoría de Ciudad Universitaria, el infante cuenta que también fue noticia cuando tomó hace tres años dos diplomados avanzados en «química analítica». En los cuales cuenta que aprendió mucho, y que poco después le dijo a los diputados: «No quiero ser como ustedes».

Niño genio en la UNAM 2

«Que no haga lo mismo que los otros; que no haga una revolución», opina respecto al nuevo presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Es breve con esta respuesta, y ríe mientras juega con el micrófono.

Tiene ideas políticas. Pide que se ponga atención «a las minorías» y a las personas que no han tenido las mismas oportunidades que él. Sus papás lo observan desde dos sillas en la sala y de vez en cuando intercambian diálogos con el niño en los que concuerdan que se necesita ser incluyente y que por ser niño ha sufrido discriminación en una peregrinación que ha realizado en varias escuelas, con problemas como «un indígena, una mujer, un negro, un chino», para encontrar una educación acorde con sus capacidades.

«A la universidad vengo a aprender y a ver si puedo mejorar», responde para La Hoguera en unos de los pasillos de la torre cuando se le pregunta si tiene miedo a algo que se le pueda presentar en la universidad, cuando conviva con adultos. No obstante, ante los nuevos retos de la educación superior responde: «Mentalmente estoy preparado para lo que sea», ante lo que será su primer día de clases el próximo lunes.

«No quiero esperar algo (en particular) porque puede resultar algo totalmente diferente a lo que pensaba», menciona.

Aunque su especialidad es la ciencia, también aborda la política y lo que lee, además de Cien años de soledad y El Quijote, lo lleva a pensar que la situación política actual del país es «complicada»: «Espero que la estupidez humana no llegue al punto de que lleguemos a lo peor. Temo lo peor pero anhelo lo mejor».

Maneja una claridad discursiva, tiene claro sus posturas y está consciente que la ciencia puede servir tanto para hacer feliz a la gente como para discriminar, vive su infancia al lado de sus padres, que son su guía y apoyo en todo momento: «Mis papás han conseguido todo. Ellos han conseguido todo. Ellos han dado el escenario para toda la obra».

En cuanto a su educación, el encontrar oportunidades en México ha sido complicado. Sentado en un sillón azul explica sonriente e inquieto que a su corta edad ya cursó estudios en España (no universitarios), y que ya tuvo la oportunidad de pisar el Tecnológico de Monterrey. Sus padres agregan que ya estuvo «en más o menos 19 escuelas en estos doce años».

Aclara que el problema fue el encontrar dónde estudiar la preparatoria, en un aprendizaje como el suyo que crecía a través del Internet, «de donde he aprendido más cosas» y que es para «la gente que está cansada de sus profesores». En el Tec fue donde por fin pudo acabar y hace su examen para ingresar a la UNAM, el cual pasó ya con conocimientos de química, física, literatura, historia, matemática y otras materias.

Carlos desea muchas cosas. Entre ellas abrir camino a otros niños y ser «tutor y compañero» de futuros niños interesados por la ciencia.

Respondiendo para La Hoguera, Carlos sonríe y dice mientras sale hacia la explanada de la Rectoría que no ha visto a sus amigos y que por el momento no tiene redes sociales: «No me gustan, creo que todavía no es tiempo».

Al llegar a la explanada más de una veintena de fotógrafos intenta captar el momento. Carlos sostiene un peluche de puma. Sus papás explican que ellos han sido de la UNAM y que era un paso lógico que su hijo llegara a la Máxima Casa de Estudios.

Carlos aclara que desea estudiar y que el eje de ese tipo de estudios es encontrar la cura a esas enfermedades comunes «y no tan comunes». Se le pregunta si ya espera estar colaborando dentro de unos años con los mejores investigadores de la UNAM o de otras universidades. «Prefiero empezar primero la carrera y aprender de los decanos», le dice a la prensa y estira la mano.

Su papá, Fabián Santamaría, lo protege del asedio de los reporteros y menciona que si bien ha sido un  proceso de 12 años el darse cuenta de las capacidades de su hijo, uno de los factores para darse cuenta de sus habilidades fue «que no se adaptaba a la escuela».

En cuanto a cómo interpretar mejor la utilidad de la ciencia en nuestra sociedad, Carlos profundiza:

«La ciencia es la llave de la libertad, de la opresión, de la exclusión y de la felicidad». Agrega que para él la ciencia es la herramienta más valiosa y la más destructiva de la humanidad.  Y que desea aprender más de ella.

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