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Metrópoli

En la madrugada es cuando se requieren más manos

Continúan los labores de rescate y remoción en el edificio de Álvaro Obregón 286, en la colonia Roma. Ahí se colocaron listas de personas rescatados. Binomios de rescate bucan sobrevivientes. Un equipo israelíta llegó por la mañana para apoyar en los trabajos. FOTO: CARLOS MARURI / CUARTOSCURO.COM
Continúan los labores de rescate y remoción en el edificio de Álvaro Obregón 286, en la colonia Roma. Ahí se colocaron listas de personas rescatados. Binomios de rescate bucan sobrevivientes. Un equipo israelíta llegó por la mañana para apoyar en los trabajos. FOTO: CARLOS MARURI / CUARTOSCURO

La madrugada era fresca, el pavimento mojado reflejaba la luz que emitían algunos semáforos que no fueron afectados por el sismo que sacudió a la Ciudad de México el martes pasado.  Marcos Iván y Daniel Jaime cargaban palas, cascos, guantes y una mochila con sus pertenencias personales, se dirigían a la calle Escocia, en la colonia Del Valle, para apoyar con las tareas de rescate. Lo único que sabían de ese punto es que habían colapsado dos edificios.

Antes de llegar a la zona de desastre, sobre la esquina de San Borja y Nicolás San Juan, mientras caminaban, Daniel avisó a Marcos la existencia de dos edificios con grietas en toda la estructura,  personas objetos personales, muebles y maletas.

La presencia de cintas amarillas y rojas con la leyenda “peligro” les ayudó a encontrar el acceso a la zona para comenzar su participación. Ingresaron por la calle de Eugenia y Nicolás San Juan, se colocaron en una fila donde más de ciento de personas esperaban de pie y en silencio el paso de botes con escombros. Su única actividad fue pasar botes tras bote durante 6 horas.

“Me duelen mis pechos, brazos y espalda. A veces pasan los botes muy rápido y hasta comienzas a sudar”

comentó Marcos mientras recorría un bote a su compañera que mostraba señales de cansancio, pero Juan se apresuraba a tomar los restos del edificio para que ella  no soportara mucho tiempo el peso en sus manos.

Llego el amanecer, Juan tomó alimentos y su amigo continuó su labor.

“La mejor manera de ayudar es esta, yo no sé golpear algo con un mazo ni cortar varillas. Si venimos en la madrugada es porque la gente se cansa y se va a sus casas, en ese momento es donde mayor voluntarios se requieren”, expresó Juan.

Las porras y palabras de alientos existían cuando se requería de retirar escombros de los edificios caídos a una mayor velocidad. No sabían el número de personas rescatadas, ni de la dimensión de los daños. Ambos amigos mantenían una relación de respeto por el trabajo que realizaban.

Entre las 12 horas de la tarde, llegaron cuerpos de rescate de Estado Unidos, ingresaron sobre calle Eugenia en dos camionetas negras, nadie les aplaudió, sin embargo, las tres cadenas humanas que servían para sacar escombros se rompieron para darles paso. Entre los voluntarios se escuchaban susurros de “ya llegaron”.

Una pausa de media hora permitió a los civiles tomar alimentos. Ingresaron vecinos, paramédicos, brigadas con víveres ofreciendo tortas, platillos, agua, dulces, pero una fila sobresalió para comer tacos de canasta y pozole, que un grupo de amas de casa donó. “Es nuestro granito de ayuda. Ustedes están poniendo sus fuerzas y es nuestra forma de agradecerles. Debemos estar unidos”, dijeron las mujeres.

Después de las 13:00 horas, un gran número del cuerpo de la Fuerza  militares se presentó al lugar. La acción de remover escombros fue conjunta.  Un grupo de mujeres se destinó a recolectar objetos personales de los escombros, su tarea fue: recoger cualquier objeto personal que pudieron ayudar a reconocer por los familiares de los desaparecidos.

Desafortunadamente el acto de las mujeres para recolectar memorias de los desaparecidos fue mermada, los zapatos encontrados, fotografías, bolsas, aretes, libros, revistas, etcétera, se volvieron a mezclar con la montaña de piedras, maderas y fierros que los cuerpos de brigadistas volvieron a acumular.

Marcos y Juan tuvieron que retirarse, no fue decisión propia, se les informó a todos los voluntarios que su actividad, por el momento, había finalizado. Los brigadistas tenían cubierta la zona con apoyo de las Fuerzas Armadas. Los amigos arrastraron sus palas al retirarse y sus casos eran sostenidos en sus manos, había una tristeza en sus rostros, pero Juan sabe que “levantar la manos es signo de vida”.

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