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Cultura

“Cervantes atribuyó El Quijote a Cide Hamete Benengeli en homenaje a la fantasía literaria árabe”

López-Baralt recibió el premio que le otorgó la Academia Mexicana de la Lengua
López-Baralt recibió el premio que le otorgó la Academia Mexicana de la Lengua

Es algo sobrecogedor que el mayor escritor de la lengua española haya dado la autoría de su mejor obra a un ficticio escritor musulmán, subraya la hispanista y arabista puertorriqueña Luce López-Baralt

Detrás de Luce López-Baralt (San Juan, 1950) están dos retratos: Sor Juan Inés de la Cruz y Miguel de Cervantes Saavedra; América y España en una mujer que ha iluminado al español desde la cultura, el erotismo y la mística árabes; desde la huella de los pueblos semíticos en autores del Siglo de Oro; desde el rescate de moriscos, perseguidos o exiliados, que escribían en la clandestinidad en castellano.

La intelectual puertorriqueña regresó a México en marzo a recibir lo que consideró “una coronación importantísima” y “el reconocimiento del carácter hispanoamericano de su obra”, el premio de Ensayo Pedro Henríquez Ureña 2016, que este 2017 fue para el historiador mexicano Alfredo López Austin. López-Baralt ha estudiado a profundidad el mestizaje en la literatura española, al grado de subrayar en entrevista que Cervantes “rindió homenaje a la gran imaginación árabe” al atribuir su mayor obra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, a un supuesto escritor moro: Cide Hamete Benengeli.

El 6 de marzo, López-Baralt recibió el premio que le otorgó la Academia Mexicana de la Lengua, representada en la ceremonia en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes por su presidente, Jaime Labastida, y los escritores Adolfo Castañón, Felipe Garrido y Vicente Quirarte. Y detrás de esta puertorriqueña y los mexicanos, como testigos de honor, estaban los retratos de Cervantes y Sor Juana.

Después de cuatro años, la hispanista y arabista puertorriqueña volvió al país donde, en 1985, el Colegio de México le publicó San Juan de la Cruz y el Islam. Estudio sobre las filiaciones semíticas de su literatura mística, el primero de los grandes libros de su amena bibliografía de erudita, en la que igual nos ha contado de dónde sacó Cervantes su Saavedra, que la aventura de Un Kāma Sūtra español, el texto de un morisco de la época de Lope de Vega, Góngora, Garcilaso y Quevedo, refugiado en Túnez tras su expulsión de España en 1609, que López-Baralt arrebató al olvido y al desdén y mojigatería de estudiosos españoles y franceses para publicarlo por primera vez en Siruela en 1992 y que 25 años después ahora reedita para estrenar la serie Erótica de la editorial regiomontana Vaso Roto.

La académica de la lengua antillana ha publicado tanto en México que casi se siente mexicana. Amiga de Carlos Fuentes, de Octavio Paz, quien la llamó a colaborar en Vuelta, donde escribió sobre su Kāma Sūtra y a petición del Nobel reseñó al entonces joven y desconocido Alberto Ruy Sánchez. Más aún, confiesa que de niña estuvo enamorada de Cantinflas y que casi iba a ser hija de Jorge Negrete, pues su madre bailó en Nueva York con el charro cantor que le susurraba al oído canciones mexicanas.

De izquierda a derecha, Alberto Ruy Sánchez y Luce López-Baralt

De izquierda a derecha, Alberto Ruy Sánchez y Luce López-Baralt

En la conversación, esta Scherezade antillana advierte una nueva amenaza sobre la cultura árabe en pleno siglo XXI, provocada por la intolerancia religiosa como ocurrió hace cinco siglos en España. Define al misticismo como la “experiencia directa de dios sin intermediarios” y al erotismo como “civilización y una reconciliación profunda con nuestro propio ser que nos lleva a dios”.

Su obra incluye una treintena de títulos, como Asedios a lo indecible. San Juan de la Cruz canta al éxtasis transformante; El cántico místico de Ernesto Cardenal; La literatura secreta de los últimos musulmanes en España. La dicha de enmudecer; Luz de tu luz, o A zaga de tu huella. La enseñanza de las lenguas semíticas en Salamanca en tiempos de San Juan de la Cruz (todos ellos publicados por Trotta); Huellas del Islam en la literatura española. De Juan Ruiz a Juan Goytisolo (Hyperion)

-¿Qué representa el premio Pedro Henríquez Ureña para usted?

-Es una coronación importantísima, un reconocimiento al carácter hispanoamericano de mi obra, que aparentemente no tiene que ver con América Latina, puesto que soy hispanista, estudio el Siglo de Oro español, la mística, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, los moriscos del siglo XVI que escribían una literatura clandestina con caracteres árabes, pero en español. Pero con los años he venido a comprender la impronta hispanoamericana que tiene mi obra. Me conmueve mucho este premio porque Henríquez Ureña vio muy bien, igual que Borges, que los hispanoamericanos estamos acostumbrados a la hibridez cultural, al mestizaje cultural, a tener un diálogo con muchas literaturas y lenguas simultáneas. Y se nos quiere vender la idea de que España es un país monolíticamente occidental y que los mestizos somos nosotros. Pero a mí me ha sobrecogido, al estudiar la literatura española muy en serio, muy profundamente, que España era también un país mestizo; los árabes estuvieron ocho siglos y los judíos más todavía. Por tanto, en esos siglos que yo estudio, las huellas de esas otras literaturas y lenguas no se habían apagado, al grado de que San Juan de la Cruz dialoga con la mística islámica e imita el Cantar de los Cantares hebreo, mientras que el símbolo del alma más famoso de Santa Teresa es sufí.

-Los ensayistas han quedado al margen de premios como el Cervantes frente a narradores o poetas, ¿qué opina al respecto?

-El ensayo es muy importante. Tenemos a Henríquez Ureña que hizo su carrera con base en la ensayística. O Borges y Octavio Paz. Los ensayos pueden ser a veces tan creativos como una obra de ficción o de poesía, si el escritor, el ensayista, tiene algo que decir que le apasiona, que haga sentido o que necesite ser divulgado. Es la historia de una pasión. En mi caso es eso, la historia de una pasión.

-¿Cree que su obra ha enseñado a los españoles lo que son?

-Bueno, lo pones de una manera simpática. Vamos a decirlo así: fue compartir con los españoles lo que nos une en términos de un mestizaje cultural extraordinario. En Hispanoamérica, como es tan obvio, nos sentimos cómodos con ello; los españoles no tanto, porque su historia es muy distinta a la del resto de Europa, con la presencia árabe de ocho siglos y la judía; eso es algo que cala profundamente en la formación de una identidad de nación, incluso de un idioma. Entonces, a los españoles no les hace tanta gracia que se les recuerde eso. A mí España me parece el país más fascinante de Europa y estos estudios los he hecho con amor, con un respeto extraordinario, como homenaje a esa riqueza cultural.

-¿Por qué no se han reconciliado los españoles con su parte árabe y judía?

La intelectual puertorriqueña regresó a México en marzo

La intelectual puertorriqueña regresó a México en marzo

Ésa es una pregunta fundamental en una de las grandes polémicas del siglo XX en España y no es cómodo para los españoles enfrentarse con esta historia, sobre si su país es distinto al resto de Europa. Pero fíjate cuán honda es esta huella semítica en el pueblo español que si piensas en cuál es la palabra clave, folclórica, que definiría a España, sería “Olé”, que en árabe significa “Por dios” y los árabes la usan exactamente de la misma forma que los españoles. Eso lo considero una maravilla. A algunos les incomoda que Santa Teresa tenga antecedentes islámicos en su escritura o judíos en su linaje; o que San Juan de la Cruz dialogó con el simbolismo sufí; pero a mí me parece maravilloso, enriquecedor.

-El anónimo morisco que escribió el texto de Un Kāma Sūtra español tiene mucha semejanza con el Cide Hamete Benengeli del Quijote. ¿Los musulmanes enseñaron literatura a los españoles?

Aquí estamos entrando en otro aspecto de la literatura española, que no sólo es el Poema del Mio Cid, el de las jarchas, que son trilingües (hebreo, árabe, mozárabe), el Arcipreste de Hita o la mística española y luego el Quijote, que es otro caso, porque Cervantes vivió en Argel, prisionero cinco años, y sus alusiones al mundo islámico son enormes. Pero mencionas al autor del Kāma Sūtra… Aquí viene otro problema. Muchos moriscos españoles, contemporáneos de Garcilaso, Lope de Vega, Góngora, Quevedo y Cervantes, van a la clandestinidad y empiezan a escribir una literatura secreta, que llamamos aljamiada, que quiere decir extranjera, no árabe. Escribían sobre su experiencia de dejar de ser un pueblo constituido, porque les habían prohibido su lengua, su religión, sus costumbres, les habían quitado sus nombres. Es el relato de una absorción cultural, con todos los traumas que te puedas imaginar, con todo el dolor de dejar de ser; ya eran híbridos, hablaban español, muchos estaban olvidando el árabe, por eso transcribían el español con caracteres árabes, pero no todos podían hablar árabe. Uno de estos moriscos clandestinos, un criptomusulmán, echado en la expulsión de 1609, es el autor del Kāma Sūtra español, escribió en él de cómo fue su vida en España, de cómo era ser perseguido por la Inquisición, pero también cita a Garcilaso, a Lope, a Góngora. Cuenta que iba a los corrales donde se presentaban las comedias de Lope, que era su héroe literario, se lo sabe de memoria. De manera que es muy conmovedor que mientras cita a Lope y a Garcilaso, cita también a autoridades musulmanas. Es una mezcla muy rara, bicultural. Pero ese texto lo escribió un morisco español.

-Siendo contemporáneo de Cervantes este morisco, ¿hay alguna posibilidad de que Cide Hamete Benengeli no sea ficción?

-Mucha gente busca el origen de Cide Hamete Benengeli. No es necesario buscarlo en una persona específica; es un compósito muy interesante que Cervantes hace de una especie de figura autorial, una especie de santón o figura eclesial que él conoció por montones en Argel. El nombre de Cide Hamete Benengeli conlleva incluso un chiste clandestino de Cervantes para los que supieran árabe, en alusión a que los musulmanes comían muchas hortalizas y en particular berenjenas: “Muy Señor Mío Loado Aberenjenado”. Hay algo sobrecogedor: Cervantes le dio la autoría del Quijote a un árabe. Imagínate tú. La mejor obra que él escribió dijo que la había escrito un árabe. Pienso que se dijo: “La escribió el árabe que hay en mí”. ¿Por qué creo que se la adjudicó a un árabe? Porque ésta es una obra que, pese a que se vende como realista, está tan llena de prodigios. La obra como tal gravita tanto en la magia como en la locura, que no se sabe qué es qué. Eso es parte de la gran imaginación árabe. Ya está en Las mil y una noches, en Scherezade. Es como si Cervantes se dijera en Don Quijote: “Mi obra va a salir disparatada porque la escribió un árabe, un farsante, un mago lleno de quimeras y embelecos”. Es un homenaje a la fantasía literaria de los pueblos árabes. Creo que Cervantes se dijo: “Hay algo en mí que adora la magia”. Hay también otro chiste en el Saavedra de Cervantes, que incorporó como apellido después de su prisión en Argel. Saavedra se parece mucho al Shaiberaa’, que en árabe significa “manco”.

-La historia de los moriscos del siglo XVI parece muy actual con lo que ocurre hoy con la crisis de refugiados de Siria o en EU con Donald Trump ¿no le parece?

-Cuando me hice arabista e hispanista nunca pensé que mi motivo de estudio iba a estar en el candelero en el siglo XXI, que iba a ser motivo de una eclosión histórica gravísima; estamos en un momento muy grave y el sesgo que se le da es religioso, es una lucha de religiones de nuevo. Toda la historia del morisc que expulsan de España, que es un inmigrante en Túnez y que habla del horror de no pertenecer a ninguna cultura; lo echan de España porque era musulmán, pero cuando llega a Túnez encuentran que era occidental y cristiano, entonces sospechan de él, pero él tiene que hacer su hogar. Es de una modernidad enorme este caso del autor anónimo de Un Kāma Sūtra español. Y claro, Cervantes nos está hablando de lo mismo en El Quijote: de los moriscos que no sólo echaban de España siendo totalmente españoles, sino de los moriscos que regresaban a esta tierra de manera clandestina, que no sabían ya ni en qué creían ni si eran musulmanes; es el caso del morisco Ricote del Quijote. Cervantes pensó mucho en eso; cuando regresó de la prisión de Argel, todo mundo sospechaba de él porque había pasado cinco años en tierra de moros, así que su catolicismo no estaba muy garantizado. Quienes volvían así llegaban arabizados por completo, ya no eran considerados españoles; era algo raro, un desprestigio. Su problema con la migración era la doble cultura, literalmente del bilingüismo. Hoy estamos volviendo a vivir eso: la hibridez cultural suscita incomodidad.

-Cide Hamete parece una metáfora de esta literatura aljamiada, escondida, de los moriscos.

-Es una metáfora de esa literatura escondida y de muchas otras cosas que pasaron en España, históricas, que parecen demenciales, sacadas de Gabriel García Márquez, de Cien años de soledad. Cervantes está casi aludiendo a algo que pasó en Granada en el siglo XVI (1595-1599) cuando se descubrió una cajita de plomo con un montón de manuscritos, en una mezquita que se renueva para hacer una iglesia. Los manuscritos, todos falsos, pretendían pertenecer al siglo I, y hablaban en árabe de cómo Santiago Apostol había ido primero a Granada; hablaban de la Virgen, que hablaba en árabe; de Jesucristo

y sus apóstoles. Pero era un intento desesperado de los moriscos españoles para prestigiar al Islam, asociándolo al cristianismo del siglo I, para evitar la expulsión. Pero el arzobispo de Granada, Pedro Baca de Castro, encontró que el hallazgo era estupendo para él porque hacía que la diócesis granadina fuera la sede del portento de unos manuscritos a Jesús y la Virgen. Mandó a una junta de teólogos a estudiar y traducir los documentos, entre los que estaba San Juan de la Cruz, que parece que los dio por buenos. Era un intento de sincretismo del Islam y el catolicismo, que hoy nos parece alucinado. Felipe II favoreció este hallazgo, que se llamó Los libros plúmbeos del Sacromonte. Y entonces Cervantes está aludiendo a esta historia demencial. Al final, en el siglo XVII Roma manda a buscar estos documentos porque los declara heréticos; y los acaba de devolver hace como 15 años (2000). Yo los pude ver en Granada. La historia parece de García Márquez. Pero lo que está citando Cervantes con que el Quijote está escrito en árabe, por un moro, un moro falsario, quimerista, que escribe barbaridades, está citando eso. Así que imagina qué amalgama de culturas había en España a la altura de Cervantes. Esto ocurría en Granada, en España, Cervantes no tenía que ir a Argel para enterarse que su país era híbrido todavía.

-A nadie mejor que usted le puedo preguntar su definición sobre estos pares de conceptos: ¿Qué son para usted religión y misticismo; y sexo y erotismo?

-Podemos estar tres días con esa pregunta. Vamos a la primera, porque a mí lo que más me interesa es la mística. La mística significa la experiencia directa de dios sin intermediarios, eso implica un estado alterado de conciencia donde las coordenadas del tiempo, del espacio, del lenguaje y la razón se aniquilan, se obnubilan, porque todo es el amor. El místico descubre que la urdimbre última del universo es el amor y que somos ese amor; descubre que eso que llamamos dios es amor infinito y que estamos todos unidos en el amor. La religión nace a partir de esa experiencia, después son los dogmas, las leyes, los tratados éticos, morales, pero el fondo de toda religión es una experiencia revelatoria. La religión es la institución, toda la estructura que va a nacer de una experiencia viva de dios, directa, sagrada; luego los dogmas van haciendo olvidar ese origen maravilloso, directo, del dios vivo.

«Al sexo podríamos llamarle, con todo respeto, la función biológica, tan normal y tan saludable que todos tenemos y que compartimos con nuestros hermanos los animales. El erotismo es mucho más refinado, sobre esto ha hablado Octavio Paz en un libro precioso, La llama doble. El erotismo es refinamiento, cultura, implica amor, una madurez civilizatoria, no como el sexo a solas, a secas. El erotismo es ya civilización. Tú, al enamorarte, estás pensando de alguna manera en Romeo y Julieta, en los versos de Neruda, ya tienes una carga cultural encima. Y al erotismo también lo entendemos desde el punto de vista sagrado, todo lo que estábamos hablando ahorita sobre el misticismo; tiene una implicación de reconciliación tan profunda en nuestro propio ser que nos lleva a dios. Yo le digo dios, pero se puede decir el infinito, el amor eterno, como tú lo quieras llamar, pero nos reconcilia con lo sagrado. En India el erotismo es la unión más alta. En el mundo islámico el sexo no está en absoluto relacionado con el pecado, es un derecho del ser humano, al que éste debe acceder con gozo, con placer. El mismo Corán dice que se debe aceptar el placer que dios ha considerado lícito. El morisco de Un Kāma Sūtra español -quien dice algo insólito hasta entonces en la literatura castellana: que el sexo nos lleva a dios-, no sólo sigue al Corán sino a autoridades musulmanas. Dice que la felicidad que se dan los esposos entre ellos es algo tan sagrado, tan santo, que nos lleva a dios. No al paraiso de las huríes, eso es para principiantes espirituales; no, nos lleva a la contemplación directa de dios, porque es la armonización, es la concepción última detrás de esta concepción de la sexualidad sagrada.

«Y en el mundo islámico, que recibe mucho de la India para fines de su visión de su sexualidad, el sexo no está en absoluto relacionado nunca con el pecado; es un derecho del ser humano, al que éste debe acceder con gozo, placer. Hay un verso de Jorge Guillén -él era un hombre muy feliz, yo lo conocí mucho, fue casi mi padrino de boda-: «Cuerpo es alma y todo es boda». Me parece tan bello, cuando tu cuerpo y tu alma pueden negociar la felicidad juntos, todo es boda, todo es iluminación.

-Me parece que remite a San Juan de la Cruz, que influyó mucho en Jorge Guillén.

-Es San Juan de la Cruz. La noche oscura del alma y el Cántico. San Juan, como era un monje carmelita, no te habría dicho explícitamente lo que te voy a decir de él, pero te lo dice en su poesía: en el fondo él está considerando que toda la creación es sagrada y que el amor humano simplemente es un registro un poco distinto del amor divino, pero es el mismo campo de energías cantando juntas.

López-Baralt recibió el premio que le otorgó la Academia Mexicana de la Lengua

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